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martes, 16 de junio de 2015

Leemos el Quijote (2º parte): Capítulo XLIII y capítulo XLIV

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Capítulo XLIII:

Continúa en este capítulo los consejos de don Quijote a Sancho. Demuestra así nuestro caballero que la locura solo le afecta en lo referente a asuntos de caballería. Introduce Cervantes aquí de nuevo el humor, y es que no podemos evitar la sonrisa cuando don Quijote le aconseja a Sancho que no haga más uso de los refranes y éste no puede evitar ensartar uno tras otro.

-También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles; que, puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias.

-Eso Dios lo puede remediar -respondió Sancho-, porque sé más refranes que un libro, y viénenseme tantos juntos a la boca cuando hablo, que riñen por salir unos con otros, pero la lengua va arrojando los primeros que encuentra, aunque no vengan a pelo. Mas yo tendré cuenta de aquí adelante de decir los que convengan a la gravedad de mi cargo, que en casa llena presto se guisa la cena, y quien destaja no baraja, y a buen salvo está el que repica, y el dar y el tener seso ha menester.

-¡Eso sí, Sancho! -dijo don Quijote-: ¡encaja, ensarta, enhila refranes, que nadie te va a la mano! ¡Castígame mi madre, y yo trómpogelas! Estoyte diciendo que escuses refranes, y en un instante has echado aquí una letanía dellos, que así cuadran con lo que vamos tratando como por los cerros de Úbeda. Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal un refrán traído a propósito, pero cargar y ensartar refranes a troche moche hace la plática desmayada y baja.
(...)

¡Oh, maldito seas de Dios, Sancho! -dijo a esta sazón don Quijote-. ¡Sesenta mil satanases te lleven a ti y a tus refranes! Una hora ha que los estás ensartando y dándome con cada uno tragos de tormento. Yo te aseguro que estos refranes te han de llevar un día a la horca; por ellos te han de quitar el gobierno tus vasallos, o ha de haber entre ellos comunidades. Dime, ¿dónde los hallas, ignorante, o cómo los aplicas, mentecato, que para decir yo uno y aplicarle bien, sudo y trabajo como si cavase?

-Por Dios, señor nuestro amo -replicó Sancho-, que vuesa merced se queja de bien pocas cosas. ¿A qué diablos se pudre de que yo me sirva de mi hacienda, que ninguna otra tengo, ni otro caudal alguno, sino refranes y más refranes? Y ahora se me ofrecen cuatro que venían aquí pintiparados, o como peras en tabaque, pero no los diré, porque al buen callar llaman Sancho.

-Ese Sancho no eres tú -dijo don Quijote-, porque no sólo no eres buen callar, sino mal hablar y mal porfiar; y, con todo eso, querría saber qué cuatro refranes te ocurrían ahora a la memoria que venían aquí a propósito, que yo ando recorriendo la mía, que la tengo buena, y ninguno se me ofrece.

-¿Qué mejores -dijo Sancho- que "entre dos muelas cordales nunca pongas tus pulgares", y "a idos de mi casa y qué queréis con mi mujer, no hay responder", y "si da el cántaro en la piedra o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro", todos los cuales vienen a pelo? Que nadie se tome con su gobernador ni con el que le manda, porque saldrá lastimado, como el que pone el dedo entre dos muelas cordales, y aunque no sean cordales, como sean muelas, no importa; y a lo que dijere el gobernador no hay que replicar, como al "salíos de mi casa y qué queréis con mi mujer". Pues lo de la piedra en el cántaro un ciego lo verá. Así que, es menester que el que vee la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo, porque no se diga por él: "espantóse la muerta de la degollada", y vuestra merced sabe bien que más sabe el necio en su casa que el cuerdo en la ajena. 
Capítulo XLIV:

Empieza este capítulo justificando Cide Hamete la inclusión de pequeñas novelas en la primera parte del Quijote, argumentando que resultaba aburrido hablar solo de don Quijote y Sancho. Y realza el valor de las mismas, ya que cree que no han tenido el valor que realmente merecen al estar el público lector más interesado en las andanzas de la pareja protagonista.

Tras esto, la trama vuelve de nuevo a Sancho, que marcha a gobernar su ínsula. El escudero reconoce en el mayordomo el rostro de la Dolorida, y así se lo dice a don Quijote. Y éste también lo reconoce, pero de nuevo le echa las culpas a esos hechiceros que siempre le persiguen.

-No hay para qué te lleve el diablo, Sancho, ni en justo ni en creyente, que no sé lo que quieres decir; que el rostro de la Dolorida es el del mayordomo, pero no por eso el mayordomo es la Dolorida; que, a serlo, implicaría contradición muy grande, y no es tiempo ahora de hacer estas averiguaciones, que sería entrarnos en intricados laberintos. Créeme, amigo, que es menester rogar a Nuestro Señor muy de veras que nos libre a los dos de malos hechiceros y de malos encantadores.
Tras la marcha de Sancho, don Quijote se queda triste, rehusando incluso la compañía de las doncellas que la duquesa le ofrecía.
-Para mí -respondió don Quijote- no serán ellas como flores, sino como espinas que me puncen el alma. Así entrarán ellas en mi aposento, ni cosa que lo parezca, como volar. Si es que vuestra grandeza quiere llevar adelante el hacerme merced sin yo merecerla, déjeme que yo me las haya conmigo, y que yo me sirva de mis puertas adentro, que yo ponga una muralla en medio de mis deseos y de mi honestidad; y no quiero perder esta costumbre por la liberalidad que vuestra alteza quiere mostrar conmigo. Y, en resolución, antes dormiré vestido que consentir que nadie me desnude. 
Ya en su cuarto, solo, cuando al descalzarse se le rompe una media y no tiene hilo para coserla, don Quijote se lamenta. Y Cide Hamete aprovecha para hacer un alegato contra la pobreza:
Aquí exclamó Benengeli, y, escribiendo, dijo ''¡Oh pobreza, pobreza! ¡No sé yo con qué razón se movió aquel gran poeta cordobés a llamarte  dádiva santa desagradecida!

Yo, aunque moro, bien sé, por la comunicación que he tenido con cristianos, que la santidad consiste en la caridad, humildad, fee, obediencia y pobreza; pero, con todo eso, digo que ha de tener mucho de Dios el que se viniere a contentar con ser pobre, si no es de aquel modo de pobreza de quien dice uno de sus mayores santos: "Tened todas las cosas como si no las tuviésedes"; y a esto llaman pobreza de espíritu; pero tú, segunda pobreza, que eres de la que yo hablo, ¿por qué quieres estrellarte con los hidalgos y bien nacidos más que con la otra gente? ¿Por qué los obligas a dar pantalia a los zapatos, y a que los botones de sus ropillas unos sean de seda, otros de cerdas, y otros de vidro? ¿Por qué sus cuellos, por la mayor parte, han de ser siempre escarolados, y no abiertos con molde?'' Y en esto se echará de ver que es antiguo el uso del almidón y de los cuellos abiertos. Y prosiguió: ''¡Miserable del bien nacido que va dando pistos a su honra, comiendo mal y a puerta cerrada, haciendo hipócrita al palillo de dientes con que sale a la calle después de no haber comido cosa que le obligue a limpiárselos! ¡Miserable de aquel, digo, que tiene la honra espantadiza, y piensa que desde una legua se le descubre el remiendo del zapato, el trasudor del sombrero, la hilaza del herreruelo y la hambre de su estómago!
Sin poder dormir por la tristeza y por el calor que hace, nuestro caballero abre la ventana y a sus oídos llega los comentarios de una doncella, Altisidora, quien declara haberse enamorado de nuestro caballero.
-¡Que tengo de ser tan desdichado andante, que no ha de haber doncella que me mire que de mí no se enamore...! ¡Que tenga de ser tan corta de ventura la sin par Dulcinea del Toboso, que no la han de dejar a solas gozar de la incomparable firmeza mía...! ¿Qué la queréis, reinas? ¿A qué la perseguís, emperatrices? ¿Para qué la acosáis, doncellas de a catorce a quince años? Dejad, dejad a la miserable que triunfe, se goce y ufane con la suerte que Amor quiso darle en rendirle mi corazón y entregarle mi alma. Mirad, caterva enamorada, que para sola Dulcinea soy de masa y de alfenique, y para todas las demás soy de pedernal; para ella soy miel, y para vosotras acíbar; para mí sola Dulcinea es la hermosa, la discreta, la honesta, la gallarda y la bien nacida, y las demás, las feas, las necias, las livianas y las de peor linaje; para ser yo suyo, y no de otra alguna, me arrojó la naturaleza al mundo. Llore o cante Altisidora; desespérese Madama, por quien me aporrearon en el castillo del moro encantado, que yo tengo de ser de Dulcinea, cocido o asado, limpio, bien criado y honesto, a pesar de todas las potestades hechiceras de la tierra. 

14 comentarios:

  1. A mí esta frase casi me mata de risa: ¡Que tengo de ser tan desdichado andante, que no ha de haber doncella que me mire que de mí no se enamore...!
    Seguimos con el reto!
    Besos!

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  2. Llevas buen paso, me gusta leerte porque voy recordando y, quizás, algún día me anime a releerlo.

    Abrazos!!

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  3. Me pasa como a Laura pero mira que tiene miga el Quijote eh.... y yo convencido de que conocía bien la obra... pues va a ser que no. Besos.

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  4. Sí es que don Quijote era un loco muy cuerdo jajaja
    Besos

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  5. Llevas un ritmo fantástico, no como yo...
    Besos.

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  6. Estoy enganchada a los nombres, lo confieso.
    Besos

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  7. Si esperaba que dejara de usar refranes iba listo ¡¡¡jajajajajajaj¡¡¡
    un beso¡¡¡ ya falta menos¡¡¡¡

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  8. Veo que vas muy bien y lo más importante es que lo disfrutas. Un besote :)

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  9. Hola
    Veo que has avanzado mucho.
    Yo ahora ame está historia, como te comentaba, mi profe en el colegio lo hacia muy aburrida Jaja
    Saludos

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  10. ¡Hola! Lo llevas bastante avanzado, cuando veo tus entradas pienso en leerlo, justo tengo una edición en casa que pillé en oferta y es ilustrada y demás, pero luego lo miro y me lo pienso dos veces y no me animo.

    Besos =) y disfrútalo a tope!

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  11. Y yo que me he metido a leer el quijote de Trapiello...
    Besos

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  12. Pues lo estás leyendo bastante rápido y bien ^^ espero que siga así <3

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  13. ¡Qué iniciativa más bonita! ¡Me encanta! Veo que vas ya avanzada con la lectura.

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¡Muchísimas gracias por vuestros comentarios!