lunes, 4 de agosto de 2014

Leemos el Quijote... Capítulos XXX



Don Quijote disimulando y va Sancho y revela que fue él quien liberó a los galeotes... Si es que no se puede estar calladito nuestro escudero. Y claro, luego vienen los palos...

-Pues mía fe, señor licenciado, el que hizo esa fazaña fue mi amo, y no porque yo no le dije antes y le avisé que mirase lo que hacía, y que era pecado darles libertad, porque todos iban allí por grandísimos bellacos.

 -¡Majadero! -dijo a esta sazón don Quijote-, a los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera, o están en aquella angustia, por sus culpas o por sus gracias; sólo le toca ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas y no en sus bellaquerías. Yo topé un rosario y sarta de gente mohína y desdichada, y hice con ellos lo que mi religión me pide, y lo demás allá se avenga; y a quien mal le ha parecido, salvo la santa dignidad del señor licenciado y su honrada persona, digo que sabe poco de achaque de caballería, y que miente como un hideputa y mal nacido; y esto le haré conocer con mi espada, donde más largamente se contiene.
Admirable la imaginación de Dorotea para inventarse una historia y solicitar así la ayuda de don Quijote. Ha sido también lectora de novelas de caballería, así que conoce las claves para convencer al caballero. Lo que también nos revela es su ignorancia. Y su ignorancia nos hace ver la cultura de don Quijote, quien  pronto le corrige.

 -Eso basta -dijo Dorotea-, porque con los amigos no se ha de mirar en pocas cosas, y que esté en el hombro o que esté en el espinazo, importa poco; basta que haya lunar, y esté donde estuviere, pues todo es una mesma carne; y, sin duda, acertó mi buen padre en todo, y yo he acertado en encomendarme al señor don Quijote, que él es por quien mi padre dijo, pues las señales del rostro vienen con las de la buena fama que este caballero tiene no sólo en España, pero en toda la Mancha, pues apenas me hube desembarcado en Osuna, cuando oí decir tantas hazañas suyas, que luego me dio el alma que era el mesmo que venía a buscar.

 -Pues, ¿cómo se desembarcó vuestra merced en Osuna, señora mía -preguntó don Quijote-, si no es puerto de mar?
 Como bien dice el cura:


Pero, ¿no es cosa estraña ver con cuánta facilidad cree este desventurado hidalgo todas estas invenciones y mentiras, sólo porque llevan el estilo y modo de las necedades de sus libros? (...) Pues otra cosa hay en ello -dijo el cura-: que fuera de las simplicidades que este buen hidalgo dice tocantes a su locura, si le tratan de otras cosas, discurre con bonísimas razones y muestra tener un entendimiento claro y apacible en todo. De manera que, como no le toquen en sus caballerías, no habrá nadie que le juzgue sino por de muy buen entendimiento.
 Y siguen nuestros protagonistas su camino. Veremos con qué nos sorprenden en el próximo capítulo.

4 comentarios:

  1. Esta parte ya me vuelve a gustar más, y me gusta eso que señalas del Quijote culto :-)
    Va viento en popa
    Besos

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  2. Eso; veremos qué ocurre en el siguiente capítulo.
    Besos.

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  3. Vale, solo voy 19 semanas por detras vuestro. A ver si en una de estas me pongo al dia en una carrera y me reincorporo al tema. Besos

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