miércoles, 4 de agosto de 2010

Francisco de Quevedo: Amor constante más allá de la muerte

Debo reconocer que no soy capaz de leer libros de poesías de un tirón, aunque sean muy cortos. La poesía la leo poquito a poquito. Hoy leo un par de poemas, mañana otros dos... Y así. Lo que ocurre es que cuando encuentro poemas que me llegan a esa parte que llaman alma, necesito releerlas una y otra vez, hasta que logro descifrar todas y cada una de sus palabras. No sé cuantas veces he podido leer este poema de Quevedo. Como soy andaluza a lo mejor peco de "exagerá", pero considero este soneto la mejor declaración de amor en toda la historia de nuestra literatura. ¡Toma ya!

 
 Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera; 
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.



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