lunes, 16 de marzo de 2015

Leemos el Quijote (2º parte): Capítulo XVII y capítulo XVIII


http://bourbonstreet-porlomenix.blogspot.com.es/2015/01/reto-en-2015-leemos-el-quijote.html

 Capítulo XVII:

Llegamos al episodio de los leones. Un episodio donde el humor tiene un gran papel. Y donde don Quijote da muestras una vez más de su valor... O de su locura...

Imposible que no se asome la sonrisa a nuestra cara con la imagen de nuestro caballero con los requesones comprados por Sancho estrujados en su cabeza...
Cuenta la historia que cuando don Quijote daba voces a Sancho que le trujese el yelmo, estaba él comprando unos requesones que los pastores le vendían; y, acosado de la mucha priesa de su amo, no supo qué hacer dellos, ni en qué traerlos, y, por no perderlos, que ya los tenía pagados, acordó de echarlos en la celada de su señor, y con este buen recado volvió a ver lo que le quería; el cual, en llegando, le dijo:
-Dame, amigo, esa celada; que yo sé poco de aventuras, o lo que allí descubro es alguna que me ha de necesitar, y me necesita, a tomar mis armas.(...)
Y, volviéndose a Sancho, le pidió la celada; el cual, como no tuvo lugar de sacar los requesones, le fue forzoso dársela como estaba. Tomóla don Quijote, y, sin que echase de ver lo que dentro venía, con toda priesa se la encajó en la cabeza; y, como los requesones se apretaron y exprimieron, comenzó a correr el suero por todo el rostro y barbas de don Quijote, de lo que recibió tal susto, que dijo a Sancho:
-¿Qué será esto, Sancho, que parece que se me ablandan los cascos, o se me derriten los sesos, o que sudo de los pies a la cabeza? Y si es que sudo, en verdad que no es de miedo; sin duda creo que es terrible la aventura que agora quiere sucederme. Dame, si tienes, con que me limpie, que el copioso sudor me ciega los ojos. 
Y Sancho, para evitar la ira de su amo cuando se dé cuenta de la verdad, vuelve a echar la culpa a esos brujos que tanta envidia sienten por nuestro caballero. De cuántas se ha librado ya el escudero con estas excusas...

Seguidamente, don Quijote decide parar un carro que viene en camino. Cuando se entera de que lleva enjaulado dos leones, decide enfrentarse a ellos.
-¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitos, y a tales horas? Pues, ¡por Dios que han de ver esos señores que acá los envían si soy yo hombre que se espanta de leones! Apeaos, buen hombre, y, pues sois el leonero, abrid esas jaulas y echadme esas bestias fuera, que en mitad desta campaña les daré a conocer quién es don Quijote de la Mancha, a despecho y pesar de los encantadores que a mí los envían.
Pese a la oposición de Diego Miranda:
-Señor caballero, los caballeros andantes han de acometer las aventuras que prometen esperanza de salir bien dellas, y no aquellas que de en todo la quitan; porque la valentía que se entra en la juridición de la temeridad, más tiene de locura que de fortaleza. Cuanto más, que estos leones no vienen contra vuesa merced, ni lo sueñan: van presentados a Su Majestad, y no será bien detenerlos ni impedirles su viaje.
Y pese a la oposición de Sancho:
Oído lo cual por Sancho, con lágrimas en los ojos le suplicó desistiese de tal empresa, en cuya comparación habían sido tortas y pan pintado la de los molinos de viento y la temerosa de los batanes, y, finalmente, todas las hazañas que había acometido en todo el discurso de su vida.

-Mire, señor -decía Sancho-, que aquí no hay encanto ni cosa que lo valga; que yo he visto por entre las verjas y resquicios de la jaula una uña de león verdadero, y saco por ella que el tal león, cuya debe de ser la tal uña, es mayor que una montaña.

-El miedo, a lo menos -respondió don Quijote-, te le hará parecer mayor que la mitad del mundo. Retírate, Sancho, y déjame; y si aquí muriere, ya sabes nuestro antiguo concierto: acudirás a Dulcinea, y no te digo más. 
 Se enfrentará nuestro caballero a los leones... Pero parece que el león se encuentra a gusto en su jaula, que decidirá no salir de ella. Pero ya nuestro caballero ha demostrado su valor:

-Eso no haré yo -respondió el leonero-, porque si yo le instigo, el primero a quien hará pedazos será a mí mismo. Vuesa merced, señor caballero, se contente con lo hecho, que es todo lo que puede decirse en género de valentía, y no quiera tentar segunda fortuna. El león tiene abierta la puerta: en su mano está salir, o no salir; pero, pues no ha salido hasta ahora, no saldrá en todo el día. La grandeza del corazón de vuesa merced ya está bien declarada: ningún bravo peleante, según a mí se me alcanza, está obligado a más que a desafiar a su enemigo y esperarle en campaña; y si el contrario no acude, en él se queda la infamia, y el esperante gana la corona del vencimiento.
O su locura...
En todo este tiempo no había hablado palabra don Diego de Miranda, todo atento a mirar y a notar los hechos y palabras de don Quijote, pareciéndole que era un cuerdo loco y un loco que tiraba a cuerdo. No había aún llegado a su noticia la primera parte de su historia; que si la hubiera leído, cesara la admiración en que lo ponían sus hechos y sus palabras, pues ya supiera el género de su locura; pero, como no la sabía, ya le tenía por cuerdo y ya por loco, porque lo que hablaba era concertado, elegante y bien dicho, y lo que hacía, disparatado, temerario y tonto. 
Pronto se justifica don Quijote, haciendo alarde una vez más de su inteligencia y cultura:
-¿Quién duda, señor don Diego de Miranda, que vuestra merced no me tenga en su opinión por un hombre disparatado y loco? Y no sería mucho que así fuese, porque mis obras no pueden dar testimonio de otra cosa. Pues, con todo esto, quiero que vuestra merced advierta que no soy tan loco ni tan menguado como debo de haberle parecido. Bien parece un gallardo caballero, a los ojos de su rey, en la mitad de una gran plaza, dar una lanzada con felice suceso a un bravo toro; bien parece un caballero, armado de resplandecientes armas, pasar la tela en alegres justas delante de las damas, y bien parecen todos aquellos caballeros que en ejercicios militares, o que lo parezcan, entretienen y alegran, y, si se puede decir, honran las cortes de sus príncipes; pero sobre todos éstos parece mejor un caballero andante, que por los desiertos, por las soledades, por las encrucijadas, por las selvas y por los montes anda buscando peligrosas aventuras, con intención de darles dichosa y bien afortunada cima, sólo por alcanzar gloriosa fama y duradera. (...) y así, el acometer los leones que ahora acometí derechamente me tocaba, puesto que conocí ser temeridad esorbitante, porque bien sé lo que es valentía, que es una virtud que está puesta entre dos estremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad; pero menos mal será que el que es valiente toque y suba al punto de temerario, que no que baje y toque en el punto de cobarde; que así como es más fácil venir el pródigo a ser liberal que al avaro, así es más fácil dar el temerario en verdadero valiente que no el cobarde subir a la verdadera valentía; y, en esto de acometer aventuras, créame vuesa merced, señor don Diego, que antes se ha de perder por carta de más que de menos, porque mejor suena en las orejas de los que lo oyen "el tal caballero es temerario y atrevido" que no "el tal caballero es tímido y cobarde".
Capítulo XVIII:

Llega don Quijote y Sancho a casa de don Diego Mirando y por fin conocen a su hijo, don Lorenzo.
-El señor don Diego de Miranda, padre de vuesa merced, me ha dado noticia de la rara habilidad y sutil ingenio que vuestra merced tiene, y, sobre todo, que es vuesa merced un gran poeta.
-Poeta, bien podrá ser -respondió don Lorenzo-, pero grande, ni por pensamiento. Verdad es que yo soy algún tanto aficionado a la poesía y a leer los buenos poetas, pero no de manera que se me pueda dar el nombre de grande que mi padre dice.
-No me parece mal esa humildad -respondió don Quijote-, porque no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo.
¿Estaría pensando Cervantes en Lope de Vega cuando afirmó esto último?

Cuando el hijo de don Diego le pregunta sobre qué ciencias ha estudiado, don Quijote contesta que la de la caballería andante. Al desconocerla el poeta, don Quijote rápidamente se la explica:
-Es una ciencia -replicó don Quijote- que encierra en sí todas o las más ciencias del mundo, a causa que el que la profesa ha de ser jurisperito, y saber las leyes de la justicia distributiva y comutativa, para dar a cada uno lo que es suyo y lo que le conviene; ha de ser teólogo, para saber dar razón de la cristiana ley que profesa, clara y distintamente, adondequiera que le fuere pedido; ha de ser médico y principalmente herbolario, para conocer en mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que tienen virtud de sanar las heridas, que no ha de andar el caballero andante a cada triquete buscando quien se las cure; ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche, y en qué parte y en qué clima del mundo se halla; ha de saber las matemáticas, porque a cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas; y, dejando aparte que ha de estar adornado de todas las virtudes teologales y cardinales, decendiendo a otras menudencias, digo que ha de saber nadar como dicen que nadaba el peje Nicolás o Nicolao; ha de saber herrar un caballo y aderezar la silla y el freno; y, volviendo a lo de arriba, ha de guardar la fe a Dios y a su dama; ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y, finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida el defenderla. De todas estas grandes y mínimas partes se compone un buen caballero andante; porque vea vuesa merced, señor don Lorenzo, si es ciencia mocosa lo que aprende el caballero que la estudia y la profesa, y si se puede igualar a las más estiradas que en los ginasios y escuelas se enseñan.
Durante la comida, don Quijote pedirá a don Lorenzo que recite algunos de sus versos. Y éste le recitara, primero, una glosa, que tratará sobre el rápido discurrir del tiempo y el miedo a la muerte, que cada vez está más cerca; luego le recitará un soneto a la fábula de Píramo y Tisbe. Los elogios de don Quijote no tardarán en llegar provocando la alegría del poeta:
¿No es bueno que dicen que se holgó don Lorenzo de verse alabar de don Quijote, aunque le tenía por loco? ¡Oh fuerza de la adulación, a cuánto te estiendes, y cuán dilatados límites son los de tu juridición agradable!
Terminará el capítulo con la salida de don Quijote y su escudero de la casa de don Diego Mirando, buscando, una vez más, nuevas aventuras.


12 comentarios:

  1. No sabía que en El Quijote aparecían leones. Se aprenden cosas cada día. Un beso.

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  2. Es un deleite leer tus entradas sobre el Quijote y recordar la lectura de tan bellos y descabellados episodios.
    Todo el mundo debería leer, por lo menos una vez en la Vida, esta majestuosa y divertida obra.
    Abrazos y Besines.

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  3. Hola Margari ya veo que estás disfrutando de la lectura, lo de los quesos tuvo que ser divertido, es que se le ocurre cada cosa.

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  4. Parece que vas a buen ritmo en su lectura.

    Abrazos!!

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  5. Las aventuras de esta pareja siempre sorprenden. El Quijote nunca se acobarda por nada.
    Besos :*

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  6. Hola, Margari.
    Nunca nos dejarán indiferentes ni Sancho ni Quijote.
    Un beso enorrrme.


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  7. Ánimo que ya debe de quedaros poco^^
    Un beso<3

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  8. Hola
    Dedo decir que este libro no fue uno de mis favoritos en la escuela.... pero ahora lo estoy mirado con otras ojos.
    Saludos

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  9. Este episodio es inolviable por lo insólito y por lo jocoso del tono. Besos :)

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  10. Yo sigo a empujones con El Quijote. Aún me falta para llegar a estos capítulos.
    Besos.

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  11. Yo a esto ya le perdí el hilo hace mucho tiempo. Me ha llegado la publicidad de esa edición nueva ilustrada, que no sé si será adaptada también. No me fijé mucho porque tengo el libro original y, de hecho, lo leí hace la tira de años, pero no me acuerdo.
    ¡Besos!

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  12. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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