lunes, 10 de noviembre de 2014

Leemos el Quijote... Capítulos XLIV


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Un capítulo muy entretenido ha resultado éste, que no han parado de suceder cosas. Y el propio ventero reconoce ya que hay mucha gente en la venta...
Preguntáronle al ventero si acaso había llegado a aquella venta un muchacho de hasta edad de quince años, que venía vestido como mozo de mulas, de tales y tales señas, dando las mesmas que traía el amante de doña Clara. El ventero respondió que había tanta gente en la venta, que no había echado de ver en el que preguntaban.
Buen negocio está haciendo el ventero... Ese chico al que están buscando es quien acaba de llegar a la venta y cantaba tan bien. Que resulta no ser un mozo de mulas, que trato de "don" le dan... Pero el chico se niega a irse con quienes le buscan. Aprovechando este lío, hay quien quiere irse de la venta sin pagar. Pero el ventero no es tonto y trata impedirlo. Con tan mala suerte que empiezan a darle una paliza. La esposa e hija del ventero piden ayuda a don Quijote, pero éste se niega, primero porque tiene que solicitar permiso a la princesa Micomicona. Cuándo ésta se lo da, se niega también, porque son villanos quienes están peleando. Y caballero como es él, no puede pelear contra ellos. 

Y sin decir más se fue a poner de hinojos ante Dorotea, pidiéndole con palabras caballerescas y andantescas que la su grandeza fuese servida de darle licencia de acorrer y socorrer al castellano de aquel castillo, que estaba puesto en una grave mengua. La princesa se la dio de buen talante, y él luego, embrazando su adarga y poniendo mano a su espada, acudió a la puerta de la venta, adonde aún todavía traían los dos huéspedes a mal traer al ventero; pero, así como llegó, embazó y se estuvo quedo, aunque Maritornes y la ventera le decían que en qué se detenía, que socorriese a su señor y marido.

-Deténgome -dijo don Quijote- porque no me es lícito poner mano a la espada contra gente escuderil; pero llamadme aquí a mi escudero Sancho, que a él toca y atañe esta defensa y venganza.

Y como eran pocos en la venta, llega ahora el dueño de la bacía de don Quijote. Bacía que nuestro caballero transformó en yelmo. Reconoce el barbero a Sancho y grande será la pelea con él y bien se defenderá nuestro escudero. 

Sancho, que se vio acometer tan de improviso y oyó los vituperios que le decían, con la una mano asió de la albarda, y con la otra dio un mojicón al barbero que le bañó los dientes en sangre; pero no por esto dejó el barbero la presa que tenía hecha en el albarda; antes, alzó la voz de tal manera que todos los de la venta acudieron al ruido y pendencia, y decía:

-¡Aquí del rey y de la justicia, que, sobre cobrar mi hacienda, me quiere matar este ladrón salteador de caminos!

-Mentís -respondió Sancho-, que yo no soy salteador de caminos; que en buena guerra ganó mi señor don Quijote estos despojos.

Ya estaba don Quijote delante, con mucho contento de ver cuán bien se defendía y ofendía su escudero, y túvole desde allí adelante por hombre de pro, y propuso en su corazón de armalle caballero en la primera ocasión que se le ofreciese, por parecerle que sería en él bien empleada la orden de la caballería.
¿Aparecerá alguien  más por la venta? 

6 comentarios:

  1. Qué envidia me da esta lectura, a ver cuando me animo a leerlo!!!!

    Besos!!

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  2. Habrá que ver qué más gente aparece por allí. Un beso.

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  3. Margari, reconozco que mi camino y el de este caballero errante, y andante, han tomado rumbos distintos... ¡vaya si lo lamento! Espero volver a encontrarme con él en próximas jornadas. Mientras tanto, un besazo para ti, amiga. Que sepas que no te olvido, eh.

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  4. Guardo un recuerdo divertido y entrañable de esta lectura... debería releerlo... me estás contagiando las ganas de hacerlo¡¡ un beso¡¡¡

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  5. Esta venta tiene un aforo ilimitado jeje
    Besotes

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  6. Anda que sí que hay gente en la venta!

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