La playa de los ahogados de Domingo Villar

La playa de los ahogados
Domingo Villar
Siruela, 2009

Vuelve, en esta segunda y esperada entrega, el detective gallego de Ojos de agua (Siruela, 2006) Leo Caldas. Una mañana, el cadáver de un marinero es arrastrado por la marea hasta la orilla. Si no tuviese las manos atadas a la espalda, Justo Castelo sería otro de los hijos del mar que encontró su tumba entre las aguas mientras faenaba. Pero el océano nunca ha necesitado amarras para matar. Sin testigos ni rastro de le embarcación del fallecido, el lacónico inspector Leo Caldas se sumergirá en el ambiente marinero del pueblo, tratando de esclarecer el crimen entre hombres y mujeres que se resisten a desvelar sus sospechas y que, cuando se decidan a hablar, apuntarán en una dirección demasiado insólita. Un asunto inoportuno para Caldas, que atraviesa días difíciles: Alba ha vuelto a dar señales de vida, el único hermano de su padre está gravemente enfermo y su colaboración en el programa de radio se está volviendo insoportable. 

Si Ojos de agua me gustó mucho, aún más he disfrutado con La playa de los ahogados. Reencontrarme con el comisario Leo Caldas y su compañero Rafael Estévez ha sido como reencontrarme con viejos amigos. El autor ha perfilado a sus personajes con tanto mimo que los ha dotado de un gran realismo, de una gran humanidad. Resultan absolutamente creíbles, absolutamente cercanos. 

A Leo Caldas no le dolían los muertos, le dolían los vivos. No contemplaba los cadáveres sino como vehículos para resolver los casos que tenía entre manos.

Si la historia acapara toda nuestra atención, también lo hace la relación que mantienen ambos personajes. Una relación en la que también hay reproches.

– Hoy es sábado. Yo no tendría que estar aquí.

– Yo tampoco – dijo Leo Caldas.

– No me joda – resopló Estévez. – Estamos aquí porque usted ha querido.

Leo Caldas abrió los ojos para mirar a su ayudante.

– No es un capricho mío, Rafa.

– Pues lo parece. ¿No podríamos esperar al lunes.

– Ya te dije que el lunes no hay lonja.

– ¿Y qué?

– ¿Cómo que y qué?

– El marinero ese no se desintegra los días que no hay lonja. No pasaba nada por esperar hasta el lunes e ir a interrogarlo a su casa.

– Hay un muerto, Rafa, y podría haber más. El tiempo es importante. Ya lo sabes.

– Claro que lo sé. Y también es importante el tiempo de los vivos – le espetó el aragonés. – Usted puede hacer con su fin de semana lo que le plazca, pero no es justo que disponga a su antojo del tiempo libre de los demás.

– ¿A mi antojo?

– A su antojo, sí. Parece que le moleste que uno tenga vida fuera de la comisaría.”

Y a través de ellos,   Galicia se muestra ante nosotros. El autor consigue que sintamos la inmensidad del mar, el ruido de las olas, su olor, la lluvia, los días grises...  Recomendable es emprender la lectura de este libro con el estómago lleno, que la gastronomía gallega también está muy presente. Y con lo rica que es...

Otro personaje que se gana nuestro cariño es el padre de Leo Caldas, quien, con su cuaderno de los idiotas, donde va apuntando el nombre de todos los que merecen estar en él, va a arrancarnos más de una sonrisa. Grandes son las conversaciones mantenidas con su hijo. Y las que no mantiene también son grandes. Porque callando también se dicen muchas cosas. 

Con respecto a la trama, no flaquea por ningún lado. Bien narrada, sólida,  sin dejar ningún cabo suelto,  se agradece que no hay trampas para el lector. Vamos avanzando en la investigación a la par que su pareja protagonista. Tenemos la misma información, las mismas sospechas...  Y nos enfrentamos a los mismos obstáculos, a los mismos giros. Pero al final vamos encajando todas las piezas sueltas. 

En definitiva, una lectura muy recomendable que demuestra que no hay que salir de nuestras fronteras para encontrar novela negra de calidad. La tercera parte se está haciendo de rogar...

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Yincana Criminal 2017: La acción transcurre en España.