He disfrutado mucho con esta novela. La empecé sin saber muy bien qué iba a encontrar y ha terminado siendo una sorpresa muy agradable. Extraordinaria la labor de documentación del autor, que ha sabido plasmar muy bien cómo era la vida durante el régimen franquista e incluso en los primeros años de la democracia. Y sin abusar de descripciones ni de excesivos datos.
Pero lo que realmente te engancha de esta novela es la forma en que está contada, la forma en que vamos conociendo a su personaje principal. A través de las declaraciones de diez personajes que conocieron a Justo en diferentes momentos de su vida. Iremos leyendo/escuchando a cada uno de ellos e iremos reconstruyendo la historia de Justo, como si fuera un puzle. E iremos viendo como este joven aragonés que se mudó a Barcelona con su madre enferma, sin absolutamente nada. fue convirtiéndose, poco a poco, en un timador, en un ladrón, en un chivato, para sobrevivir en esa sociedad y en esos años tan difíciles que le tocó vivir. Y no solo conoceremos a Justo. También conoceremos cómo era la vida en estos años tan duros del franquismo.
Me ha gustado mucho esa forma tan original de contar esta historia. Me ha resultado muy amena, muy fácil de leer. Repetiré con el autor.
Ambientada entre 1927 y 1933, esta continuación de las peripecias de la familia Péricourt se inicia con el funeral del patriarca Marcel, una ceremonia multitudinaria a la que asiste todo aquel que es, o aspira a ser, alguien en París. Sin embargo, las cosas no pintan demasiado bien para Madeleine, la heredera del ingente patrimonio familiar. Al suicidio de su hermano Édouard, el héroe desfigurado, el encarcelamiento de su ex marido estafador y la muerte de su padre, se añade la delicada situación de su hijo Paul, un niño de siete años que acaba de sufrir un horrible percance.
Así, en este momento tan vulnerable de su vida, Madeleine debe ponerse al mando de una entidad financiera con la más que dudosa ayuda de un apoderado resentido, un tío codicioso y gris con aviesas intenciones y un joven amante con ínfulas de periodista. Y todo ello en un ambiente de secretos, traiciones, chantajes y artimañas en el que buscadores de fortuna y politicastros sin escrúpulos medran sin control, ajenos a la inminente quiebra bursátil e inconscientes de la hecatombe bélica que se cierne sobre Europa.
No sé por qué estoy esperando tanto con esta trilogía. Disfruté mucho con el primer libro, Nos vemos allá arriba, pero es que he disfrutado aún más con esta segunda novela. A ver si no hago esperar mucho a la tercera.
Aquí el autor retoma la historia de la familia Pericourt. Y toma como punto de partida la muerte del patriarca. Madeleine, su hija, será la heredera. Pero, ¿estará capacitada para mantener todo lo que le legó su padre? ¿Logrará sobrevivir en un mundo lleno de envidias, engaño, corrupción, traición...?
Todos los personajes están muy bien construidos, pero entre todos ellos destaca, al menos para mí, el personaje de Madeleine. Es el que más crece, el que más evoluciona, el que más cambia ante todo lo que le toca sufrir.
Sobresale esta novela también por la magnífica recreación del período de entreguerras. Veremos el surgir del fascismo, del nacionalsocialismo, del comunismo...Son continuas las tensiones políticas. Francia, tras la Primera Guerra Mundial, no atraviesa tampoco su mejor momento. La crisis del 29 tampoco ayuda.
Y todo esto lo escribe el autor con mucha...¿sencillez? Es que iba a decir esta palabra, pero luego lo pienso, y no es nada sencillo lo que hace. Lo parece pero no lo es. Quizás sea este su gran mérito. Y luego no puedo olvidarme de señalar otro de los aspectos destacables de esta novela: el humor. Sí, pese a los temas que trata, el autor emplea un humor sutil, irónico, satírico en ocasiones, con mucha carga crítica, que alivia mucho el tono de la novela.
En definitiva, una novela que no puedo dejar de recomendar. Muy buena.


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