La inspectora de policía Petra Delicado del Servicio de Documentación de Barcelona y su subordinado Fermín Garzón deberán hacerse cargo de un caso de violación con una única pista: la extraña marca que el violador ha impreso en el brazo de la víctima.
Tenía estos libros entre mis pendientes desde no sé cuándo. Así que he aprovechado este mes de novela negra que Kayena nos propuso para empezar por fin con las aventuras de Petra Delicado. Y os adelanto que el resto de libros seguirán cayendo, porque esta primera historia me ha encantado.
Y eso que el caso en sí no es lo mejor del libro. Tiene muchos tópicos. Es una investigación que a veces se hace lenta y parece no avanzar nada. Pero es que lo mejor de este libro son sus personajes, Petra Delicado y Fermín Garzón. Parece que la autora se ha volcado a hora de describirlos, a la hora de perfilarlos y dotarlos de una fuerte personalidad.
Petra es una mujer fuerte, agresiva, inteligente... Cuando empieza esta historia, está recién divorciada de su segundo marido. Pero parece que ninguno de sus dos ex-maridos quieren desaparecer por completo de su vida, provocando algunas de las escenas más absurdas de la novela y que te arrancan más de una sonrisa. A nuestra protagonista no le tiembla el pulso a la hora de dejar a sus maridos. Cuando dejó a su primer marido, un hombre totalmente absorvente, no sólo lo dejó a él. Abandonó también su forma de vida hasta este momento. Terminó con su carrera de abogada para dedicarse al trabajo de documentación en una comisaría. Del segundo marido, más joven que ella, se separó porque más que de esposa, parecía haber adoptado el papel de madre. Y no le gustaba.
Y en este momento de su vida está cuando un día, por falta de personal, tiene que hacerse cargo de un caso de violación. Como compañero tendrá a un veterano policía, Fermín Garzón, un hombre de ya 57 años, que parece estar de vuelta de todo. Pero que sabe obedecer órdenes como nadie, aunque éstas procedan de una mujer, algo que no parece llevar al principio muy bien. Son dos personajes totalmente opuestos. Ella, culta, instruida y además, mujer. Una mujer que lucha por demostrar que es capaz de ocupar puestos de decisión y hacerlo bien. Él es un hombre tosco, rudo y con una mentalidad un tanto machista. No cree que el lugar de la mujer esté en la policía, no cree que ese ambiente sórdido, ordinario la mayor parte de las ocasiones, sea el lugar adecuado para una mujer. Y encima tiene que recibir sus órdenes... Pero eso sí, obedece sin rechistar. Está tan acostumbrado a recibir órdenes, tiene tan asumido que no va ya a ascender, que no protesta en ningún momento. Su vida es totalmente distinta a la de Petra. Viudo de una mujer a la que le fue fiel durante toda su vida, aunque quizás más por costumbre que por amor; padre de un hijo al que apenas ve y con el que parece no tener nada en común... Considera su vida un fracaso.
Ver como esta pareja se van conociendo, van cambiando su actitud hacia el otro, van comprendiendo su forma de ser, se van compenetrando y se van convirtiendo no sólo en un buen equipo de investigación sino también en amigos, es uno de los mayores alicientes de esta novela.
Otro de sus aspectos positivos es el crecimiento de Petra como investigadora. Y es que su experiencia es nula. Así que este caso se convertirá en todo un aprendizaje para ella. Tiene que aprender a mandar, acostumbrarse a que le obedezcan, descubrir cómo es la investigación en la calle, la dureza de los interrogatorios... Y también tendrá que aprender a torear a la prensa. Hay mucha crítica en este sentido por parte de la autora hacia aquellos programas que tienden a frivolizar con temas tan serios como las violaciones, los asesinatos... No se libran de la crítica las propias víctimas, ya que algunas se aprovechan y convierten su desgracia en una oportunidad para ganar dinero.
Ritos de muerte es un libro que he disfrutado mucho. Conocer a Petra y Fermín me ha gustado y desde luego pienso volver a encontrarme con ellos, que estoy segura que sus siguientes aventuras van a ser incluso mejor que ésta.