Luis García Montero
Alguien dice tu nombre,
Alfaguara, 2014
«Todo cambia, pero nos quedan los
recuerdos. Se levantarán edificios, se asfaltarán los arrabales, se
urbanizarán los descampados, pero tú recordarás siempre la geografía de
este verano. La realidad es una alegoría para la memoria. Todo lo que
nos afecta permanece en nosotros, aunque se pierda en el tiempo.»
En el verano de 1963 España se muestra
triste, espesa y encogida. El tiempo parece haberse detenido en el
calendario y a todos les duelen los pies al caminar por la vida, como si
les hicieran daño los zapatos. Pero en cualquier momento la suerte
puede cambiar: por las grietas del presente gotea un poco de esperanza.
Este verano seco, caluroso y desatinado es
el del despertar de León Egea. Alejado del ambiente claustrofóbico de su
pueblo y herido por la literatura, comienza a trabajar en la editorial
Universo y vive su primer amor. En los momentos difíciles es importante
apostar por el futuro en cómodos o incómodos plazos. Porque el futuro no
será de los indiferentes.
Pero hay que poner nombre a las cosas. Es
lo que las hace reales, lo que les da consistencia. La ciudad detenida
en el tiempo es Granada, Consuelo es la mujer bella e inevitable de la
que se enamora León y el porvenir no lleva otro nombre que el del
compromiso. Sí, todo empieza con el nombre.
Tenía ganas de estrenarme con la narrativa de Luis García Montero. Siendo de mis poetas favoritos, aún no me había animado a conocer cómo se manejaba con la prosa. Y de nuevo, en este terreno, me ha vuelto a conquistar.
El lenguaje poético que García Montero nos regala en este libro es una absoluta maravilla. Un lenguaje cuidado, mimado, exquisito... Un lenguaje del que disfrutamos palabra por palabra. Y sin descuidar la historia que nos cuenta. En perfecto equilibrio.
Una historia que tiene como protagonista a León Egea, un joven de 20 años. Es él quien nos cuenta esta historia, en primera persona. Sueña con ser escritor. Y con esta meta en la vida se traslada a Granada, para estudiar Filosofía y Letras. Tras aprobar el primer curso, en verano conseguirá un trabajo en la Editorial Universo, vendiendo enciclopedias. Y no sólo aprenderá a vender libros. Aprenderá también a vivir. Empezará a acumular experiencias que lo ayudarán a formarse como escritor.
...cuando uno quiere ser escritor necesita profundizar en la condición humana.Eso repitió muchas veces Ignacio Rubio, mi profesor de Literatura, mientras explicaba Misericordia de Galdós. La condición humana es siempre el punto de llegada, el premio de las palabras que saben tejer una tela de araña.
En el trabajo conocerá a Consuelo, una mujer mayor que él, de la que se enamorará. Ella le enseñará no sólo a amar. Le enseñará también a vivir. Mucho crecerá a su lado, mucho aprenderá a su lado. Gran personaje el de Consuelo, intentando hacerse un hueco en una época que no es fácil para la mujer. Una época aún donde el mejor futuro para la mujer era un buen matrimonio.
Así, poco a poco, vamos conociendo a los distintos personajes que van apareciendo y que van adquiriendo cada vez mayor importancia en la vida de León. Vamos descubriendo a la par que nuestro protagonista los secretos que cada uno de ellos guardan. Y más de uno nos va a sorprender al final de la novela.
También hay sitio para la crítica. También hay sitio para el descontento por la sociedad en que le ha tocado vivir:
Salgo a la calle para indignarme con lo que veo. Buena gente insoportable, protagonistas de la gran indiferencia, del miro para otro lado porque no quiero ver, del no necesito saber esto o saber lo otro. La gran indiferencia de los que giran la cabeza o la levantan como si tuvieran un palo en el culo, contentos de conformarse con comprar pasteles los domingos por la mañana. No existen. Son muertos, más de un millón de muertos según las últimas estadísticas y el malhumor de una mala mañana.
Prefiero a la mala gente. La maldad del que manda tiene una explicación. La autoridad quiere conservar su poder, sus reglas, sus amenazas. (...) Cuesta más trabajo entender la indiferencia de los que obedecen.
Y el amor por la literatura se respira en cada página del libro. Muchas alusiones a las grandes novelas de siempre.
Cuando entró a darme las buenas noches y un beso, me vio subrayar una frase de Utopía. No le pareció bien que ensuciara el libro con el lápiz.
- Los libros no se manchan.
- No lo estoy manchando, lo estoy subrayando.
- Pues estás haciendo trampa -dijo como se me hubiese pillado en un desliz.
- ¿Qué dices?
- Que estás haciendo trampa. Cuando estudias, las cosas hay que guardarlas en la cabeza. Si no haces un esfuerzo para meterlas dentro, no te servirán de nada.
- Pero si sólo me interesa destacar una frase.
- No vas a poder llevar el libro siempre contigo. En vez de lápiz, te conviene más utilizar la cabeza.
Creo que queda claro que mi estreno con la narrativa de Montero no ha podido tener mejor comienzo. Pronto tendré que buscar sus dos novelas anteriores,
Manaña no será lo que Dios quiera y
Una forma de resistencia.