Julia tiene once años y vive una plácida existencia en la soleada
California con su familia cuando las noticias informan de algo que
cambiará el mundo por completo: es, simplemente, el principio del fin
del mundo visto a través de los ojos de una niña.
No había imágenes que mostrar en televisión. No había heridos. No había muertos. Al principio fue una catástrofe casi invisible.
La que habla es Julia. Tiene once
años y hasta hace muy poco tiempo solo nos habría contado cosas del
colegio, de sus padres, de la complicidad con su única amiga, de ese
chico, Seth, que le provoca un hormigueo especial.
Pero hoy tiene algo diferente que
decirnos. Hoy, ella y su familia se han despertado con una alarmante
noticia: la rotación de la tierra de pronto se ha ralentizado, y los
días y las noches han empezado a alargarse. Pronto los relojes no
servirán de nada. El mundo está cambiando, y aunque ni ella ni nadie
saben lo que va a pasar a partir de ahora, todos intuyen que el futuro
será distinto. Extraño. Perturbador. Aceptar la realidad y aferrarse a
la vida, tal cual Julia la conoce, es la única manera de sobrevivir.
A través de la voz inocente de
una niña que lucha por su felicidad, Karen Thompson Walker consigue
sumergirnos en ese presente sin futuro, inquietante y extrañamente
cotidiano, y nos hace cómplices de sus anhelos y de sus miedos, de sus
preguntas y de sus esperanzas.
Si esta sinopsis nos lleva a pensar que nos vamos a encontrar con una novela apocalíptica, que se va a basar en el thriller y en las escenas impactantes, cuando la empezamos a leer nos damos cuenta desde el primer momento que la autora nos va a ofrecer otra cosa. Karen Thompson Walker se va a centrar en las consecuencias que el ser conscientes de que el final está cerca, trae en la vida de todos sus protagonistas. No nos vamos a encontrar con guerras, con rebeliones, con héroes que arriesguen su vida por salvar el planeta... Nos encontramos con personas que tienen miedo, que tienen ganas de seguir viviendo...Y que tratan de adaptarse al desastre que están viviendo.
Es una niña de once años quien nos cuenta esta historia. A través de sus ojos somos testigos de la catástrofe y de cómo afecta a la vida diaria: ir al colegio a veces de noche, dormir en otras ocasiones de día... En ella se centra en la historia y ella es el principal fallo de esta historia. Porque los problemas de Julia, que así se llama la protagonista, parecen más los problemas de una adolescente de catorce, quince o dieciséis años que de una niña de once. Y porque sus amigas, que tienen su misma edad se comportan igual, como si no fueran niñas. Podría la autora haberle puesto unos años más a la protagonista y hubiera sido más creíble. Pero en algunos momentos me asustaba más el comportamiento de Julia y el de sus amigos que la propia ralentización de la tierra... Y es que Julia empieza a sentirse marginada en clase, empieza a no encontrar su sitio. El único atisbo de esperanza lo encuentra en Seth, el chico del que está enamorada... (con once años). Y aunque es una relación en un principio un tanto rara, luego empiezan a salir y a comportarse como si fueran dos adultos. Y vuelvo a insistir, porque para mí ha sido el mayor punto negativo de esta historia. Los comportamientos y las actitudes de sus protagonistas no cuadraban bien con sus edades. Era imposible simpatizar con ellos.
Y aparte de este primer amor, son otros los problemas con los que Julia tiene que enfrentarse: su madre está enferma y absolutamente desquiciada con la ralentización de la tierra, su abuelo desaparecido, su padre, que parecía ser el único que aportaba un poco de cordura en la familia, oculta un secreto que puede romperla totalmente... Pero Julia lo descubre...
Y de fondo de esta historia, un paisaje desolador, con días cada vez más y más largos, con enfermedades nuevas a causa de la excesiva exposición al sol, con noches eternas y frías, con animales muertos, con cosechas destrozadas... Pero sólo de fondo. No se explaya mucho la autora en contarnos esta parte. Lo hace en pocas líneas y rápidamente, porque lo que a ella le interesa es plasmar como la vida sigue, a pesar de todos los problemas.
La edad de los milagros es una novela tranquila, lenta, con un planteamiento muy interesante pero desaprovechado, con personajes un tanto planos y convencionales, pero que se deja leer tranquila y lentamente.