“Sólo obtienes algo de los libros si
eres capaz de poner algo tuyo en lo que estás leyendo. Quiero decir qué
sólo si te aproximas al libro con el ánimo dispuesto a herir o ser
herido en el duelo de la lectura, a polemizar, a convencer y ser
convencido, y luego, una vez enriquecido con lo que has aprendido, a emplearlo a construir algo en la vida o en el trabajo.”
“El amor existe o no existe. ¿Qué más
hay que saber?¿En qué se convierte el sentimiento humano cuándo detrás
de él hay la intención y la conciencia? ¿Sabes?, cuando uno se va
haciendo viejo se va dando cuenta de que todo es diferente de lo que
pensaba; hay que ser mañoso en todo, hay que aprenderlo todo, incluso a
amar.”
Buscaba leer algo de este autor, uno de mis grandes descubrimientos el año pasado. Y entre las obras que aún me quedan por descubrir, la sinopsis de este libro me atrapó. Sentí curiosidad por ver cómo Sándor narra de forma diferente una misma historia de amor. . Porque siempre es la misma historia de amor, pero desde tres perspectivas distintas. Y aunque a primera vista pueda esta trama parecer aburrida por repetitiva, no lo es. El dominio que Márai vuelve a mostrar de las técnicas narrativas es prodigioso. Usando el monólogo, de forma increíble nos cuenta tres historias diferentes siendo siempre la misma historia. Y siendo siempre los mismos personajes, son tan distintos en todas y cada una de las historias. Porque en esta trágica historia de amor, no hay buenos ni malos. Hay seres humanos. Que unas veces aciertan, otras se equivocan, pero todos buscan lo mismo: la felicidad. Y huir de la soledad. Una soledad que no tiene nada ver con estar acompañado. Una soledad del alma.
"Porque la soledad también es una especie de enfermedad, mejor dicho,
un estado en el que nos acomodamos, una condición que transforma al
hombre en un animal disecado en una vitrina."
"Las personas felices no tienen títulos, no hacen distinciones de
rango, no reconocen ni pretenden ningún papel inútil en el seno de la
sociedad."
Y de fondo, Márai nos vuelve a hacer un fiel retrato de la burguesía en la mitad del siglo XX en Hungría, un país destrozado por la guerra. Una burguesía que ve como su final se aproxima. Y la cultura también tiene su protagonismo en este mundo que nos describe Márai. Y es en la figura de Lázar, un escritor que, a primera vista, no forma parte de ese triángulo amoroso. Pero que tiene mucha influencia en él. Y quizás Lázar no sea sino un reflejo del propio autor. Lázar, un escritor a simple vista, soberbio, creído, pero que luego vamos conociendo. Y conocemos su miedo, su frustración, por los sucesos que está viviendo: el fin de una época, las guerras, el fin de la cultura... Y esto último tiene su clímax cuando la biblioteca de Lázar es bombardeada. La carga simbólica de esta imagen es plena. La decepción que siente Lázar ante lo que está sucediendo, ante el ser humano supuestamente civilizado...
Pero volvamos al triángulo amoroso. Porque a fin de cuentas, esta parte trágica de la historia de Budapest sólo sirve como telón de fondo. La primera mujer, quien, aunque fue abandonada por su marido, aún lo ama. E incluso, durante los años de matrimonio, conociendo la infidelidad de su marido, luchó por mantenerlo a su lado.
Luego tenemos al marido, un burgués. Un hombre que intenta en todo momento cumplir con lo que a un hombre de su clase se le pide. Enamorado no de su esposa, sino de alguien inferior en clase a él. Pero en su momento no tuvo el valor de hacer lo adecuado. Y cuando por fin se casa con el amor de su vida, éste no parece ser lo que él esperaba.
Y la sirvienta, la segunda esposa, que nos revela esa otra parte de la historia. Y lo hace sin ningún tipo de tapujos.
Los tres sueltan ese monólogo a una persona que nunca se manifiesta: una amiga, un conocido y un amante. Así parece que en todo momento es a nosotros a quienes nos está contando su historia. Y esta confesión hace que nuestros sentimientos hacia los personajes vayan cambiando: los compadecemos, los comprendemos, los odiamos... Porque son humanos. Cada uno tiene su propia voz, su propio estilo. Cada uno de ellos nos ofrece su punto de vista, su opinión sobre una historia de amor que no tuvo un final feliz para ninguno. Porque todos buscaban a la persona justa, una persona que llenara su vida, que les aportara todo lo que ellos querían. Que les diera plena felicidad. Acertada es, en este sentido, la reflexión de la primera esposa:
"...Un día me incorporé en la cama y sonreí. Ya no sentía dolor. Y
de golpe comprendí que la persona justa no existe. Ni en el cielo ni en
la tierra, ni en ningún otro lugar. Simplemente hay personas, y en cada
una hay una pizca de la persona justa, pero ninguna tiene todo lo que
esperamos y deseamos. Ninguna reúne todos los requisitos, no existe esa
figura única, particular, maravillosa e insustituible que nos hará
felices. Sólo hay personas. Y en cada una hay siempre un poco de todo,
es a la vez escoria y un rayo de luz ... sin duda es cierto que no
existe la persona justa y que las ilusiones se desvanecen, pero yo lo
amo y eso es distinto. Cuando uno ama a alguien siempre se le sobresalta
el corazón al verlo o al oir algo sobre él. En resumen, creo que todo
pasa, menos el amor. Aunque eso no tiene ningún sentido práctico."
Magistral Sándor Márai de nuevo.
Foto: http://www20.gencat.cat/docs/Palau_Robert/Noticies/any_2011/abril/imatges/marai250_3.jpg