El saludo de las brujas
Emilia Pardo Bazán
Cazador de Ratas, 2020
Un amor apasionado que se vuelve
imposible. La historia de un príncipe que no amaba a su esposa la cual
termina yéndose con un plebeyo. Las calles de París están en esta novela
invadidas de intrigas, conspiraciones y ambiciones.
Cuando
leo la segunda frase de la sinopsis tengo que preguntarme si el autor
de la misma y yo hemos leído la misma novela. Las otras dos si resumen
bien lo que nos vamos a encontrar en esta novela, pero con esa frase no
estoy nada de acuerdo.
El
protagonista de esta novela es Felipe Maria Flaviani, hijo del rey de
Dacia y de su primera esposa. Pero para aceptar el trono, su padre tuvo
que separarse de su madre y casarse de nuevo. Así que vive en París,
lejos de las intrigas políticas, mantiendo una relación con Rosario, una
joven peruana. Pero todo cambia cuando dos personas procedentes de
Dacia intentan convencerlo de que tiene que volver a su país y hacerse
con el trono, tras la muerte de su padre. Y la historia parece
repetirse, porque Rosario se convierte en un obstáculo para aceptar ese
trono. Ella no es esposa para un rey... Pero Felipe la ama, con pasión,
con locura... ¿Qué decidirá? ¿Renunciará a la corona por ella? Dudará,
dudará y dudará. ¿Qué hará finalmente?
La
otra protagonista es Rosario. Su carácter es más firme, más seguro.
Desde el primer momento estará dispuesta al sacrificio y decidirá
apartarse del camino de Felipe para que pueda convertirse en rey. Pero
él está muy enamorado de ella y la buscará, sin saber aún qué hacer. Si
asumir sus responsabilidades o vivir una vida tranquila y feliz con
ella.
He
disfrutado mucho de nuevo con esta historia escrita por Emilia Pardo
Bazán. Con esa cuidada prosa que ella tiene, nos regala una bonita
historia de amor acompañado de intrigas políticas y palaciegas. Nos
mantiene en vilo durante toda la novela y no podemos soltar el libro
hasta llegar a su final. ¡Y vaya final!
Las gratitudesDelphine de Vigan
Traducción por Pablo Martín Sánchez
Anagrama, 2021
«Hoy ha muerto una anciana a la que yo quería. A menudo pensaba: ”Le
debo tanto.“ O: ”Sin ella, probablemente ya no estaría aquí.“ Pensaba:
”Es tan importante para mí.“ Importar, deber. ¿Es así como se mide la
gratitud? En realidad, ¿fui suficientemente agradecida? ¿Le mostré mi
agradecimiento como se merecía? ¿Estuve a su lado cuando me necesitó, le
hice compañía, fui constante?», reflexiona Marie, una de las narradoras
de este libro. Su voz se alterna con la de Jérôme, que trabaja en un
geriátrico y nos cuenta: «Soy logopeda. Trabajo con las palabras y con
el silencio. Con lo que no se dice. Trabajo con la vergüenza, con los
secretos, con los remordimientos. Trabajo con la ausencia, con los
recuerdos que ya no están y con los que resurgen tras un nombre, una
imagen, un perfume. Trabajo con el dolor de ayer y con el de hoy. Con
las confidencias. Y con el miedo a morir. Forma parte de mi oficio.»
A ambos personajes –Marie y Jérôme– los une su relación con Michka
Seld, una anciana cuyos últimos meses de vida nos relatan estas dos
voces cruzadas. Marie es su vecina: cuando era niña y su madre se
ausentaba, Michka cuidaba de ella. Jérôme es el logopeda que intenta que
la anciana, que acaba de ser ingresada en un geriátrico, recupere
aunque sea parcialmente el habla, que va perdiendo por culpa de una
afasia.
Y ambos personajes se involucrarán en el último deseo de Michka:
encontrar al matrimonio que, durante los años de la ocupación alemana,
la salvó de morir en un campo de exterminio acogiéndola y ocultándola en
su casa. Nunca les dio las gracias y ahora querría mostrarles su
gratitud...
No voy a decir nada del argumento de esta novela, porque la sinopsis lo cuenta ya muy bien. Voy a contaros lo que he sentido. Y lo que he sentido es un nudo en la garganta desde la primera página. ¡Qué novela más emotiva!
De una forma sencilla, la autora nos habla de la vejez, de la memoria, de la importancia de dar las gracias. Pero unas gracias sentidas, no por educación. Mostrar tu gratitud por todos los que te han ayudado a ser quién eres, por todos los que te han ayudado en los momentos más difíciles de tu vida. Ese "gracias" que tanto se olvida.
Inolvidable el personaje de Michka, con su afasia. Dan ganas de sentarte con ella, de escucharla, de abrazarla. E inolvidables también Marie y Jérôme, dos personajes también muy bien perfilados, que nos ganan por el cariño con el que tratan a Michka.
¡Qué novela más bonita! Es que no tengo palabras para describir todo lo que me ha hecho sentir. Y reflexionar. Repetiré con la autora, sin duda.