Entre naranjos de Vicente Blasco Ibáñez

Nos encontramos en esta novela una historia de amor en la que el amor adopta más bien un papel secundario. No es el sentimiento lo realmente importante. Con lo que realmente disfrutamos es con la descripción que Blasco Ibáñez hace de la sociedad en la que está viviendo. Y muestra claramente su descontento con el caciquismo, con la política que se desarrolla en provincias, donde el poder siempre es ostentado por los mismos, siempre salen favorecidos los mismos ( esto nos suena...). Y disfrutamos, sobre todo, con la crítica que el autor hace de la hipocresía que reinaba a su alrededor. Todo es aparentar, simular. Nunca sabes quién te dice la verdad, quien está a tu lado sin buscar nada a cambio.

Rafael Brull, hijo de un cacique de Alcira, no puede evitar enamorarse de Leonora, una famosa cantante de ópera que vuelve al pueblo donde se crió buscando solo un poco de descanso. A su lado, las chicas del pueblo le parecen a Rafael simplemente eso, chicas de pueblo. Leonora le descubre todo un mundo que no conoce, lejos de la ambición, lejos de la ignorancia. Le descubre el amor en todas sus facetas. Ella se convierte en todo lo que desea. Pero no es lo que su madre desea para él. Ella tiene ya sus planes para su hijo, para que siga los mismos pasos de su padre. Tiene hasta la chica con la que desea casar a su hijo, Remedios, una chica del pueblo. Y la voluntad de la madre es un obstáculo con el que Rafael tendrá que luchar. Y tendrá que enfrentarse también a su propia ambición. Porque el único futuro que conoce es el político, y sabe que su relación con Leonora le va a perjudicar en su ascenso. ¿Qué decisión tomará al final?

No voy a contestar a la pregunta. Sólo voy a decir que el final de esta novela es magnífico. Que será Leonora la gran ganadora. Ella que representa todo los valores que hacen mejorar al mundo: el arte, la libertad, la tolerancia, la belleza...  Frente a ese mundo oscuro, déspota, rígido que es el mundo caciquil.