Capítulo XIX:
En el camino, don Quijote y Sancho se encuentran con dos estudiantes y dos labradores y con ellos empiezan a hablar. Estos le invitan a las bodas de Camacho y les cuenta la historia de esta pareja. Así vemos como el concepto de matrimonio de nuestro caballero es distinto al de su escudero. Y la verdad es que me quedo con el de Sancho.
-¡A mi mujer con eso! -dijo Sancho Panza, que hasta entonces había ido callando y escuchando-, la cual no quiere sino que cada uno case con su igual, ateniéndose al refrán que dicen "cada oveja con su pareja". Lo que yo quisiera es que ese buen Basilio, que ya me le voy aficionando, se casara con esa señora Quiteria; que buen siglo hayan y buen poso, iba a decir al revés, los que estorban que se casen los que bien se quieren.
-Si todos los que bien se quieren se hubiesen de casar -dijo don Quijote-, quitaríase la eleción y juridición a los padres de casar sus hijos con quien y cuando deben; y si a la voluntad de las hijas quedase escoger los maridos, tal habría que escogiese al criado de su padre, y tal al que vio pasar por la calle, a su parecer, bizarro y entonado, aunque fuese un desbaratado espadachín; que el amor y la afición con facilidad ciegan los ojos del entendimiento, tan necesarios para escoger estado, y el del matrimonio está muy a peligro de errarse, y es menester gran tiento y particular favor del cielo para acertarle. Quiere hacer uno un viaje largo, y si es prudente, antes de ponerse en camino busca alguna compañía segura y apacible con quien acompañarse; pues, ¿por qué no hará lo mesmo el que ha de caminar toda la vida, hasta el paradero de la muerte, y más si la compañía le ha de acompañar en la cama, en la mesa y en todas partes, como es la de la mujer con su marido? La de la propia mujer no es mercaduría que una vez comprada se vuelve, o se trueca o cambia, porque es accidente inseparable, que dura lo que dura la vida: es un lazo que si una vez le echáis al cuello, se vuelve en el nudo gordiano, que si no le corta la guadaña de la muerte, no hay desatarle. Muchas más cosas pudiera decir en esta materia, si no lo estorbara el deseo que tengo de saber si le queda más que decir al señor licenciado acerca de la historia de Basilio.
Y don Quijote vuelve a criticar a Sancho por su mal uso del lenguaje y por el abuso de refranes...
-Dios lo hará mejor -dijo Sancho-; que Dios, que da la llaga, da la medicina; nadie sabe lo que está por venir: de aquí a mañana muchas horas hay, y en una, y aun en un momento, se cae la casa; yo he visto llover y hacer sol, todo a un mesmo punto; tal se acuesta sano la noche, que no se puede mover otro día. Y díganme, ¿por ventura habrá quien se alabe que tiene echado un clavo a la rodaja de la Fortuna? No, por cierto; y entre el sí y el no de la mujer no me atrevería yo a poner una punta de alfiler, porque no cabría. Denme a mí que Quiteria quiera de buen corazón y de buena voluntad a Basilio, que yo le daré a él un saco de buena ventura: que el amor, según yo he oído decir, mira con unos antojos que hacen parecer oro al cobre, a la pobreza riqueza, y a las lagañas perlas.
-¿Adónde vas a parar, Sancho, que seas maldito? -dijo don Quijote-; que cuando comienzas a ensartar refranes y cuentos, no te puede esperar sino el mesmo Judas, que te lleve. Dime, animal, ¿qué sabes tú de clavos, ni de rodajas, ni de otra cosa ninguna?
-¡Oh! Pues si no me entienden -respondió Sancho-, no es maravilla que mis sentencias sean tenidas por disparates. Pero no importa: yo me entiendo, y sé que no he dicho muchas necedades en lo que he dicho; sino que vuesa merced, señor mío, siempre es friscal de mis dichos, y aun de mis hechos.
-Fiscal has de decir -dijo don Quijote-, que no friscal, prevaricador del buen lenguaje, que Dios te confunda.
-No se apunte vuestra merced conmigo -respondió Sancho-, pues sabe que no me he criado en la Corte, ni he estudiado en Salamanca, para saber si añado o quito alguna letra a mis vocablos. Sí, que, ¡válgame Dios!, no hay para qué obligar al sayagués a que hable como el toledano, y toledanos puede haber que no las corten en el aire en esto del hablar polido.
Capítulo XX:
Pronto cambia Sancho de opinión al conocer de las riquezas de Camacho:
-Mas que haga lo que quisiere -respondió Sancho-: no fuera él pobre y casárase con Quiteria. ¿No hay más sino tener un cuarto y querer alzarse por las nubes? A la fe, señor, yo soy de parecer que el pobre debe de contentarse con lo que hallare, y no pedir cotufas en el golfo. Yo apostaré un brazo que puede Camacho envolver en reales a Basilio; y si esto es así, como debe de ser, bien boba fuera Quiteria en desechar las galas y las joyas que le debe de haber dado, y le puede dar Camacho, por escoger el tirar de la barra y el jugar de la negra de Basilio. Sobre un buen tiro de barra o sobre una gentil treta de espada no dan un cuartillo de vino en la taberna. Habilidades y gracias que no son vendibles, mas que las tenga el conde Dirlos; pero, cuando las tales gracias caen sobre quien tiene buen dinero, tal sea mi vida como ellas parecen. Sobre un buen cimiento se puede levantar un buen edificio, y el mejor cimiento y zanja del mundo es el dinero.
Y ya en la boda, Sancho no puede dejar de mirar y disfrutar de todas las comidas y bebidas que ahí se ofrece.
Todo lo miraba Sancho Panza, y todo lo contemplaba, y de todo se aficionaba: primero le cautivaron y rindieron el deseo las ollas, de quién él tomara de bonísima gana un mediano puchero; luego le aficionaron la voluntad los zaques; y, últimamente, las frutas de sartén, si es que se podían llamar sartenes las tan orondas calderas; y así, sin poderlo sufrir ni ser en su mano hacer otra cosa, se llegó a uno de los solícitos cocineros, y, con corteses y hambrientas razones, le rogó le dejase mojar un mendrugo de pan en una de aquellas ollas.
No faltaba nada en la boda. Hasta una danza con ocho ninfas representando cada una Cupido, Poesía, el Buen Linaje, la Valentía, la Liberalidad, el Tesoro y el Interés. En sus versos se disputaban la posesión de una doncella. La historia que contaban se parecía mucho a la de Camacho, Quiteria y su otro pretendiente, Basilio. Y por lo que cuentan, don Quijote hace la siguiente apreciación:
-Yo apostaré -dijo don Quijote- que debe de ser más amigo de Camacho que de Basilio el tal bachiller o beneficiado, y que debe de tener más de satírico que de vísperas: ¡bien ha encajado en la danza las habilidades de Basilio y las riquezas de Camacho!
Y Sancho, si tiene que elegir, lo tiene claro:
-¡A la barba de las habilidades de Basilio!, que tanto vales cuanto tienes, y tanto tienes cuanto vales. Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener, aunque ella al del tener se atenía; y el día de hoy, mi señor don Quijote, antes se toma el pulso al haber que al saber: un asno cubierto de oro parece mejor que un caballo enalbardado. Así que vuelvo a decir que a Camacho me atengo, de cuyas ollas son abundantes espumas gansos y gallinas, liebres y conejos; y de las de Basilio serán, si viene a mano, y aunque no venga sino al pie, aguachirle.
Y en su conversación, Sancho termina dando su particular visión de la muerte:
-A buena fe, señor -respondió Sancho-, que no hay que fiar en la descarnada, digo, en la muerte, la cual también come cordero como carnero; y a nuestro cura he oído decir que con igual pie pisaba las altas torres de los reyes como las humildes chozas de los pobres. Tiene esta señora más de poder que de melindre: no es nada asquerosa, de todo come y a todo hace, y de toda suerte de gentes, edades y preeminencias hinche sus alforjas. No es segador que duerme las siestas, que a todas horas siega, y corta así la seca como la verde yerba; y no parece que masca, sino que engulle y traga cuanto se le pone delante, porque tiene hambre canina, que nunca se harta; y, aunque no tiene barriga, da a entender que está hidrópica y sedienta de beber solas las vidas de cuantos viven, como quien se bebe un jarro de agua fría.
El otro día, en un juego de estos de preguntas, creo que el Trivial, preguntaban en que obra literaria salían las bodas de Camacho, y me quedé en blanco... ahora ya lo sé :)
ResponderEliminarBesos!
Cada vez que leo tus entradas sobre el Quijote me entra una envidia terrible y me digo: Tengo que leerlo, tengo que leerlo, pero no lo hago. Espero sacar tiempo. Gracias por mostrarnos la obra. Besotes.
ResponderEliminarLa opinión de Don Quijote del matrimonio es oro :P
ResponderEliminarBesos
Yo como siempre me quedo con Sancho¡¡ lo adoro¡¡¡
ResponderEliminarUn beso¡¡¡
¡A seguir disfrutando mucho de la lectura! Un besote :)
ResponderEliminarTengo muchas ganas de volver a leer este libro, que hace años que lo leí, pero recuerdo que me divertí muchísimo con la lectura y especialmente con Sancho.
ResponderEliminarBesoos!
Yo también me quedo con Sancho, peor he de reconocer que no hubiera podido continuar la historia, me hubiera cansado hace mucho. Un beso.
ResponderEliminar¡A seguir disfrutando del libro!
ResponderEliminarUn beso<3
Sancho es el mejor.
ResponderEliminarBesos
Me está picando el gusanillo de volver a retomarlo... 1beso!
ResponderEliminarCada vez te queda menos :D
ResponderEliminarYo voy a mi ritmo, ya sabes.
ResponderEliminarBesos.
Esto lo recuerdo perfectamente, la reacción de Sancho un tanto banal pero real como la vida misma... así es antes de la quijotización que está a vuelta de hoja ya. Besos :)
ResponderEliminarSiempre es un placer releer El Quijote a tu ritmo y con estas entrañables y tiernas Entradas.
ResponderEliminarMe encanta recordar y revivir tan bellas aventuras.
Abrazos y Besines.
Hola Margari si es que Sancho con su sabiduría popular se hace querer, y Don Quijote a veces es muy estirado. Pues a continuar disfrutando de la aventura.
ResponderEliminarVoy un capítulo por detrás, ¿así que en la boda Sancho se pone las botas?... era de esperar jejejejeje
ResponderEliminarBesos!
Hola,
ResponderEliminarTe nomine a dos premios, pásate por este enlace y velo: http://besosdetintaycorazonesdepapel.blogspot.com.ar/2015/03/nominaciones.html
SALUDOS
Hola, guapa.
ResponderEliminarEste Sancho es todo un filósofo, ya lo creo.
Un beso muy grande.