Leemos el Quijote... Capítulos XLII

Buen ojo tuvo el dueño de esta venta al abrirla. Que competencia no tiene que tener que a esta posada acude todo el mundo. ¡Y todo el mundo se conoce! Y no solo ya se conoce, sino que es hasta familia. Anda que no es pequeño el mundo, que ahora quien viene a la venta es el hermano del cautivo. Y claro está, acompañada por la dama más bella que... Espera, ¿pero la dama más bella no era Luscinda, o Dorotea, o Zoraida...? Está claro que aquí no hay sitio para las mujeres corrientitas. 

Aparece poco nuestro don Quijote, pero lo poquito que aparece, cumple cortesmente con su papel de caballero:

En resolución, todos quedaron contentos y alegres del buen suceso del cautivo; y, como ya la noche iba casi en las dos partes de su jornada, acordaron de recogerse y reposar lo que de ella les quedaba. Don Quijote se ofreció a hacer la guardia del castillo, porque de algún gigante o otro mal andante follón no fuesen acometidos, codiciosos del gran tesoro de hermosura que en aquel castillo se encerraba. Agradeciéronselo los que le conocían, y dieron al oidor cuenta del humor estraño de don Quijote, de que no poco gusto recibió.