lunes, 9 de febrero de 2015

Leemos el Quijote (2º parte): Capítulo VII y capítulo VIII

http://bourbonstreet-porlomenix.blogspot.com.es/2015/01/reto-en-2015-leemos-el-quijote.html


Capítulo VII:

Intenta Sancho en este capítulo conseguir que don Quijote le pague un sueldo. Es su mujer quien insiste en esto. Que no son buenos tiempos ecónomicamente (¿alguna vez los ha habido buenos?) y la mujer de Sancho, Teresa, lo que quiere es un sueldo para asegurarse el sustento. Que a ella lo de la ínsula ni la convence, ni la desea. Pero no consigue sus propósitos el pobre Sancho:
Mira, Sancho: yo bien te señalaría salario, si hubiera hallado en alguna de las historias de los caballeros andantes ejemplo que me descubriese y mostrase, por algún pequeño resquicio, qué es lo que solían ganar cada mes, o cada año; pero yo he leído todas o las más de sus historias, y no me acuerdo haber leído que ningún caballero andante haya señalado conocido salario a su escudero. Sólo sé que todos servían a merced, y que, cuando menos se lo pensaban, si a sus señores les había corrido bien la suerte, se hallaban premiados con una ínsula, o con otra cosa equivalente, y, por lo menos, quedaban con título y señoría. Si con estas esperanzas y aditamentos vos, Sancho, gustáis de volver a servirme, sea en buena hora: que pensar que yo he de sacar de sus términos y quicios la antigua usanza de la caballería andante es pensar en lo escusado. Así que, Sancho mío, volveos a vuestra casa, y declarad a vuestra Teresa mi intención; y si ella gustare y vos gustáredes de estar a merced conmigo, bene quidem; y si no, tan amigos como de antes; que si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas. Y advertid, hijo, que vale más buena esperanza que ruin posesión, y buena queja que mala paga. Hablo de esta manera, Sancho, por daros a entender que también como vos sé yo arrojar refranes como llovidos. Y, finalmente, quiero decir, y os digo, que si no queréis venir a merced conmigo y correr la suerte que yo corriere, que Dios quede con vos y os haga un santo; que a mí no me faltarán escuderos más obedientes, más solícitos, y no tan empachados ni tan habladores como vos.
Interviene Sansón Carrasco, ofreciéndose como escudero. Pícaro personaje éste, que juega a engañar a todo el mundo, a don Quijote, a Sancho, al cura, al ama... Pero no lo aceptara nuestro caballero.
Pero no permita el cielo que, por seguir mi gusto, desjarrete y quiebre la coluna de las letras y el vaso de las ciencias, y tronque la palma eminente de las buenas y liberales artes. Quédese el nuevo Sansón en su patria, y, honrándola, honre juntamente las canas de sus ancianos padres; que yo con cualquier escudero estaré contento, ya que Sancho no se digna de venir conmigo.
Y finalmente Sancho se mantendrá fiel a  don Quijote y decidirá marchar nuevamente con él.
-Sí digno -respondió Sancho, enternecido y llenos de lágrimas los ojos; y prosiguió-: No se dirá por mí, señor mío: el pan comido y la compañía deshecha; sí, que no vengo yo de alguna alcurnia desagradecida, que ya sabe todo el mundo, y especialmente mi pueblo, quién fueron los Panzas, de quien yo deciendo, y más, que tengo conocido y calado por muchas buenas obras, y por más buenas palabras, el deseo que vuestra merced tiene de hacerme merced; y si me he puesto en cuentas de tanto más cuanto acerca de mi salario, ha sido por complacer a mi mujer; la cual, cuando toma la mano a persuadir una cosa, no hay mazo que tanto apriete los aros de una cuba como ella aprieta a que se haga lo que quiere; pero, en efeto, el hombre ha de ser hombre, y la mujer, mujer; y, pues yo soy hombre dondequiera, que no lo puedo negar, también lo quiero ser en mi casa, pese a quien pesare; y así, no hay más que hacer, sino que vuestra merced ordene su testamento con su codicilo, en modo que no se pueda revolcar, y pongámonos luego en camino, porque no padezca el alma del señor Sansón, que dice que su conciencia le lita que persuada a vuestra merced a salir vez tercera por ese mundo; y yo de nuevo me ofrezco a servir a vuestra merced fiel y legalmente, tan bien y mejor que cuantos escuderos han servido a caballeros andantes en los pasados y presentes tiempos. 
Capítulo VIII:

De nuevo aparece Cide Hamete, demostrando su alegría por la nueva salida de don Quijote y Sancho. Al Toboso se dirigen, ya que nuestro caballero tiene la intención de recibir la bendición de Dulcinea.
...allí tomaré la bendición y buena licencia de la sin par Dulcinea, con la cual licencia pienso y tengo por cierto de acabar y dar felice cima a toda peligrosa aventura, porque ninguna cosa desta vida hace más valientes a los caballeros andantes que verse favorecidos de sus damas. 
Y de nuevo no se pone de acuerdo nuestra pareja protagonista. De nuevo se produce el enfrentamiento entre ese mundo real que ve Sancho y el mundo imaginario de don Quijote.
-Yo así lo creo -respondió Sancho-; pero tengo por dificultoso que vuestra merced pueda hablarla ni verse con ella, en parte, a lo menos, que pueda recebir su bendición, si ya no se la echa desde las bardas del corral, por donde yo la vi la vez primera, cuando le llevé la carta donde iban las nuevas de las sandeces y locuras que vuestra merced quedaba haciendo en el corazón de Sierra Morena.

-¿Bardas de corral se te antojaron aquéllas, Sancho -dijo don Quijote-, adonde o por donde viste aquella jamás bastantemente alabada gentileza y hermosura? No debían de ser sino galerías o corredores, o lonjas, o como las llaman, de ricos y reales palacios.

-Todo pudo ser -respondió Sancho-, pero a mí bardas me parecieron, si no es que soy falto de memoria.

-Con todo eso, vamos allá, Sancho -replicó don Quijote-, que como yo la vea, eso se me da que sea por bardas que por ventanas, o por resquicios, o verjas de jardines; que cualquier rayo que del sol de su belleza llegue a mis ojos alumbrará mi entendimiento y fortalecerá mi corazón, de modo que quede único y sin igual en la discreción y en la valentía.

-Pues en verdad, señor -respondió Sancho-, que cuando yo vi ese sol de la señora Dulcinea del Toboso, que no estaba tan claro, que pudiese echar de sí rayos algunos, y debió de ser que, como su merced estaba ahechando aquel trigo que dije, el mucho polvo que sacaba se le puso como nube ante el rostro y se le escureció. 
Finalmente don Quijote vuelve a creer que todo ese mundo que percibe Sancho está encantado. Que de nuevo hay alguien que no quiere que él alcance la gloria.
Y desta manera debía de ser el de mi señora cuando tú la viste; sino que la envidia que algún mal encantador debe de tener a mis cosas, todas las que me han de dar gusto trueca y vuelve en diferentes figuras que ellas tienen; y así, temo que, en aquella historia que dicen que anda impresa de mis hazañas, si por ventura ha sido su autor algún sabio mi enemigo, habrá puesto unas cosas por otras, mezclando con una verdad mil mentiras, divertiéndose a contar otras acciones fuera de lo que requiere la continuación de una verdadera historia. ¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias. 
De la envidia pasan a hablar de la fama. Una fama que nuestro caballero no persigue. Él persigue la gloria eterna.
Todas estas y otras grandes y diferentes hazañas son, fueron y serán obras de la fama, que los mortales desean como premios y parte de la inmortalidad que sus famosos hechos merecen, puesto que los cristianos, católicos y andantes caballeros más habemos de atender a la gloria de los siglos venideros, que es eterna en las regiones etéreas y celestes, que a la vanidad de la fama que en este presente y acabable siglo se alcanza; la cual fama, por mucho que dure, en fin se ha de acabar con el mesmo mundo, que tiene su fin señalado. Así, ¡oh Sancho!, que nuestras obras no han de salir del límite que nos tiene puesto la religión cristiana, que profesamos. Hemos de matar en los gigantes a la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, con andar por todas las partes del mundo, buscando las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros. Ves aquí, Sancho, los medios por donde se alcanzan los estremos de alabanzas que consigo trae la buena fama.
 Atendiendo a esta explicación del caballero, Sancho le pregunta que por qué no aspiran mejor a ser santos, ya que a ellos les pertenecen, sin lugar a dudas, esa buena fama. Pero también para esto tiene respuesta don Quijote:
-Todo eso es así -respondió don Quijote-, pero no todos podemos ser frailes, y muchos son los caminos por donde lleva Dios a los suyos al cielo: religión es la caballería; caballeros santos hay en la gloria.

-Sí -respondió Sancho-, pero yo he oído decir que hay más frailes en el cielo que caballeros andantes.

-Eso es -respondió don Quijote- porque es mayor el número de los religiosos que el de los caballeros.

-Muchos son los andantes -dijo Sancho.

-Muchos -respondió don Quijote-, pero pocos los que merecen nombre de caballeros.








14 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la conversación sobre la fama que entablan estos dos :-)
    Besos!

    ResponderEliminar
  2. Me estoy quedando muy atrás con la lectura de El Quijote.
    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Una conversación que da mucho que pensar. Extraño, no la recordaba muy bien. Tengo que hacer relectura sí o sí. Besos, Margari :)

    ResponderEliminar
  4. Ay que me quedo atrás! Tengo que ponerme las pilas!!
    Saludos

    ResponderEliminar
  5. ¿Cuánto dura El Quijote? Sabía que era extenso, pero no tanto. Besotes.

    ResponderEliminar
  6. Venga guapa que dentro de nada se termina!!
    Besosss.

    ResponderEliminar
  7. El Quijote, capítulo a capítulo, es una caja de sorpresas ¿verdad?

    Un beso.

    ResponderEliminar
  8. Esta segunda parte del Quijote aún la tengo pendiente. No sé cuando, pero le llegará su momento, porque sin duda es lectura imprescindible.

    Besos

    ResponderEliminar
  9. En este diálogo se ve la esencia de ambos, y no deja de maravillarme cómo Sancho sigue al lado de Don Quijote.
    Besos :*

    ResponderEliminar
  10. ¡Suerte que ya debe de quedar poco!
    Un beso<3

    ResponderEliminar
  11. Esta conversación es una de las mejoers de toda la novela.
    Yo la leí hace tiempo.

    Me encanta esta entrada :D

    Un beso!!!

    ResponderEliminar
  12. Me gustan mucho los fragmentos que nos vas poniendo, me recuerdan mi lectura
    Besos

    ResponderEliminar
  13. Bffff yo tengo que leermelo para el tercer trimestre, veremos a ver qué tal jajajaja
    Abrazotes^^

    ResponderEliminar

¡Muchísimas gracias por vuestros comentarios!