Acaso sea el azar el que nos arrebata aquello que más amamos, pero puede que todo lo que nos ocurre no sea sino el resultado de nuestros propios actos. Estas son las preguntas que atormentan a Eduardo, un pintor para quien nada tiene sentido tras la muerte de su mujer y su hija en un accidente de coche. Una famosa violoncelista, Gloria Tagger, le dará una razón para seguir viviendo al contratarlo para pintar un cuadro: el retrato de Arthur, el autor de la muerte de su hijo. Aceptar ese reto desencadena una cascada de sentimientos que durante muchos años han permanecido ocultos. En Respirar por la herida, con una trama perfectamente urdida y una intensidad descarnada, el dolor y la culpa desbordan los límites de sus protagonistas, con una precisión y una psicología digna del maestro en que se ha convertido ya su autor, Víctor del Árbol (premio Le Prix du Polar Européen a la mejor novela negra europea por La tristeza del samurái, Editorial Alrevés, 2011).
Magnífica novela. Una novela negra muy distinta a la que estamos acostumbrados. Una novela negra donde no hay ni buenos ni malos, ni vencedores ni vencidos. Donde sólo hay perdedores. Todos, absolutamente todos los personajes, tienen sus heridas. Y ninguno las deja sanar, ninguna intenta curarlas, ninguno intenta olvidarlas... Las heridas siguen abiertas y duelen. Y ese dolor está presente a lo largo de todo el libro. Un dolor que quieren mitigar a través de la venganza, sin importar las consecuencias que ésta tenga. Sin importar que haya otras víctimas en el camino. Sin importar que el dolor cada vez vaya extendiéndose más. Y cuando la venganza se obtiene, el dolor aún persiste, no se va...
Extraordinario el modo en que Víctor del Árbol nos describe a cada personaje y nos relata cada historia, cada vida. El autor juega con nosotros a su antojo con cada historia personal. Cuando empezamos a sentir simpatía por alguno de ellos, inmediatamente nos presenta esa escena que nos recuerda que no estamos ante un hombre bueno. Que todo el mundo tiene una parte oscura que más vale que no conozcamos, que más vale que no provoquemos. Repito, es extraordinario el modo en que el autor crea sus personajes, a los que no les falta ni les sobra ningún detalle. Son personajes complejos, humanos, atormentados, llenos de odio, de remordimientos, de deseos, de venganzas...
Y si cuida al detalle la creación de los personajes, no es menor el cuidado con el que elabora la trama. Como si de un puzzle se tratara, Víctor del Árbol empieza esta novela con piezas sueltas que poco a poco va ordenando, que poco a poco va juntando. Porque todas las piezas, todas las historias, todos los personajes, guardan alguna relación, que vamos descubriendo poco a poco. Y de nuevo, nada se queda en el aire. Todo está explicado, todo está justificado, todo está narrado con magistral solidez.
Gris es esta novela y gris es el sentimiento que nos deja. Porque no hay resquicio para la esperanza, no hay una fisura por la que el optimismo entre un poquito. Ni siquiera en la última página. Sólo un pero puedo ponerle a esta novela. Que sus historias, sus personajes se están quedando mucho tiempo en mi cabeza y no me están dejando disfrutar al máximo de las lecturas posteriores...
Muchísimas gracias a Eliott del Blog de Eliott y a Montse de Con el alma prendida a los libros, porque gané este libro en su sorteo y gracias a ellos he disfrutado de una de las mejores lecturas del año.
Muchísimas gracias a Eliott del Blog de Eliott y a Montse de Con el alma prendida a los libros, porque gané este libro en su sorteo y gracias a ellos he disfrutado de una de las mejores lecturas del año.