martes, 21 de abril de 2015

Leemos el Quijote (2º parte): Capítulo XXVII y capítulo XXVIII

http://bourbonstreet-porlomenix.blogspot.com.es/2015/01/reto-en-2015-leemos-el-quijote.html

Capítulo XXVII:

En la primera parte Cervantes, a través de Cide Hamete, nos revela la verdadera identidad de Maese Pedro, que no es otro que Ginés de Pasamonte, el galeote que don Quijote, en el anterior libro, puso en libertad junto a otros, y que luego se lo agradeció de mala manera. No se dieron cuenta ni don Quijote ni Sancho de esto, pero indudablemente, Ginés si que los reconoció y por eso "adivinó" tanto de ellos. 

Tras esta explicación, de nuevo volveremos a don Quijote, quien continua su camino con su fiel escudero. En su camino toparán con más de doscientos hombres armados de lanzas, ballestas y arcabuces. Don Quijote primero los confundirá con un ejército. Pero luego se dará cuenta de que se trataba de los del pueblo del rebuzno que salían a luchar contra algún pueblo vecino. Para evitarlo, don Quijote realizará un magnífico discurso sobre el uso de las armas y sobre la venganza:

Yo, señores míos, soy caballero andante, cuyo ejercicio es el de las armas, y cuya profesión la de favorecer a los necesitados de favor y acudir a los menesterosos. Días ha que he sabido vuestra desgracia y la causa que os mueve a tomar las armas a cada paso, para vengaros de vuestros enemigos; y, habiendo discurrido una y muchas veces en mi entendimiento sobre vuestro negocio, hallo, según las leyes del duelo, que estáis engañados en teneros por afrentados, porque ningún particular puede afrentar a un pueblo entero, si no es retándole de traidor por junto, porque no sabe en particular quién cometió la traición por que le reta. Ejemplo desto tenemos en don Diego Ordóñez de Lara, que retó a todo el pueblo zamorano, porque ignoraba que solo Vellido Dolfos había cometido la traición de matar a su rey; y así, retó a todos, y a todos tocaba la venganza y la respuesta; aunque bien es verdad que el señor don Diego anduvo algo demasiado, y aun pasó muy adelante de los límites del reto, porque no tenía para qué retar a los muertos, a las aguas, ni a los panes, ni a los que estaban por nacer, ni a las otras menudencias que allí se declaran; pero, ¡vaya!, pues cuando la cólera sale de madre, no tiene la lengua padre, ayo ni freno que la corrija. Siendo, pues, esto así, que uno solo no puede afrentar a reino, provincia, ciudad, república ni pueblo entero, queda en limpio que no hay para qué salir a la venganza del reto de la tal afrenta, pues no lo es; porque, ¡bueno sería que se matasen a cada paso los del pueblo de la Reloja con quien se lo llama, ni los cazoleros, berenjeneros, ballenatos, jaboneros, ni los de otros nombres y apellidos que andan por ahí en boca de los muchachos y de gente de poco más a menos! ¡Bueno sería, por cierto, que todos estos insignes pueblos se corriesen y vengasen, y anduviesen contino hechas las espadas sacabuches a cualquier pendencia, por pequeña que fuese! No, no, ni Dios lo permita o quiera. Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas, y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas: la primera, por defender la fe católica; la segunda, por defender su vida, que es de ley natural y divina; la tercera, en defensa de su honra, de su familia y hacienda; la cuarta, en servicio de su rey, en la guerra justa; y si le quisiéremos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de su patria. A estas cinco causas, como capitales, se pueden agregar algunas otras que sean justas y razonables, y que obliguen a tomar las armas; pero tomarlas por niñerías y por cosas que antes son de risa y pasatiempo que de afrenta, parece que quien las toma carece de todo razonable discurso; cuanto más, que el tomar venganza injusta, que justa no puede haber alguna que lo sea, va derechamente contra la santa ley que profesamos, en la cual se nos manda que hagamos bien a nuestros enemigos y que amemos a los que nos aborrecen; mandamiento que, aunque parece algo dificultoso de cumplir, no lo es sino para aquellos que tienen menos de Dios que del mundo, y más de carne que de espíritu; porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió, ni pudo ni puede mentir, siendo legislador nuestro, dijo que su yugo era suave y su carga liviana; y así, no nos había de mandar cosa que fuese imposible el cumplirla. Así que, mis señores, vuesas mercedes están obligados por leyes divinas y humanas a sosegarse.
Y cuando parece que el capítulo va a terminar bien para nuestros protagonistas, no se le ocurre otra cosa a Sancho que ponerse a rebuznar. Y creyendo los vecinos que se burlaba de ellos, arremetieron contra él. Y don Quijote, viendo tan superado en número, optó por lo más lógico... huir...  Un hecho que quizás no es propio de un caballero, pero que demuestra que no está tan loco...

Capítulo XXVIII:

Sancho se muestra enfadado con don Quijote, ya que es la segunda vez que lo abandona.
-No estoy para responder -respondió Sancho-, porque me parece que hablo por las espaldas. Subamos y apartémonos de aquí, que yo pondré silencio en mis rebuznos, pero no en dejar de decir que los caballeros andantes huyen, y dejan a sus buenos escuderos molidos como alheña, o como cibera, en poder de sus enemigos. 
Y don Quijote le contesta:
-No huye el que se retira -respondió don Quijote-, porque has de saber, Sancho, que la valentía que no se funda sobre la basa de la prudencia se llama temeridad, y las hazañas del temerario más se atribuyen a la buena fortuna que a su ánimo. Y así, yo confieso que me he retirado, pero no huido; y en esto he imitado a muchos valientes, que se han guardado para tiempos mejores, y desto están las historias llenas, las cuales, por no serte a ti de provecho ni a mí de gusto, no te las refiero ahora. 
Sancho, escarmentado porque aún no ha sacado ningún provecho de sus aventuras y encima es abandonado cada vez que está en peligro, decide marchar a su casa y le exige a don Quijote el salario que él cree le corresponde. Y la conversación irá más o menos bien hasta que llegan al momento en que discuten sobre el momento en que el caballero le prometió la insula:
-¡Oh, cuerpo de mí! -dijo Sancho-, que va vuestra merced muy errado en esta cuenta, porque en lo de la promesa de la ínsula se ha de contar desde el día que vuestra merced me la prometió hasta la presente hora en que estamos.

-Pues, ¿qué tanto ha, Sancho, que os la prometí? -dijo don Quijote.

-Si yo mal no me acuerdo -respondió Sancho-, debe de haber más de veinte años, tres días más a menos.

Diose don Quijote una gran palmada en la frente, y comenzó a reír muy de gana, y dijo:

-Pues no anduve yo en Sierra Morena, ni en todo el discurso de nuestras salidas, sino dos meses apenas, y ¿dices, Sancho, que ha veinte años que te prometí la ínsula? Ahora digo que quieres que se consuman en tus salarios el dinero que tienes mío; y si esto es así, y tú gustas dello, desde aquí te lo doy, y buen provecho te haga; que, a trueco de verme sin tan mal escudero, holgaréme de quedarme pobre y sin blanca. Pero dime, prevaricador de las ordenanzas escuderiles de la andante caballería, ¿dónde has visto tú, o leído, que ningún escudero de caballero andante se haya puesto con su señor en tanto más cuánto me habéis de dar cada mes porque os sirva? Éntrate, éntrate, malandrín, follón y vestiglo, que todo lo pareces; éntrate, digo, por el mare magnum de sus historias, y si hallares que algún escudero haya dicho, ni pensado, lo que aquí has dicho, quiero que me le claves en la frente, y, por añadidura, me hagas cuatro mamonas selladas en mi rostro. Vuelve las riendas, o el cabestro, al rucio, y vuélvete a tu casa, porque un solo paso desde aquí no has de pasar más adelante conmigo. ¡Oh pan mal conocido! ¡Oh promesas mal colocadas! ¡Oh hombre que tiene más de bestia que de persona! ¿Ahora, cuando yo pensaba ponerte en estado, y tal, que a pesar de tu mujer te llamaran señoría, te despides? ¿Ahora te vas, cuando yo venía con intención firme y valedera de hacerte señor de la mejor ínsula del mundo? En fin, como tú has dicho otras veces, no es la miel... etc. Asno eres, y asno has de ser, y en asno has de parar cuando se te acabe el curso de la vida; que para mí tengo que antes llegará ella a su último término que tú caigas y des en la cuenta de que eres bestia. 


Ante la reacción de don Quijote, Sancho se arrepentirá de todo lo dicho. Y decidirá seguir con él, siempre fiel. 
Miraba Sancho a don Quijote de en hito en hito, en tanto que los tales vituperios le decía, y compungióse de manera que le vinieron las lágrimas a los ojos, y con voz dolorida y enferma le dijo:

-Señor mío, yo confieso que para ser del todo asno no me falta más de la cola; si vuestra merced quiere ponérmela, yo la daré por bien puesta, y le serviré como jumento todos los días que me quedan de mi vida. Vuestra merced me perdone y se duela de mi mocedad, y advierta que sé poco, y que si hablo mucho, más procede de enfermedad que de malicia; mas, quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda.

-Maravillárame yo, Sancho, si no mezclaras algún refrancico en tu coloquio. Ahora bien, yo te perdono, con que te emiendes, y con que no te muestres de aquí adelante tan amigo de tu interés, sino que procures ensanchar el corazón, y te alientes y animes a esperar el cumplimiento de mis promesas, que, aunque se tarda, no se imposibilita. 

14 comentarios:

  1. Jjajaj, mítico capítulo, los rebuznos e Sancho aunque en detale no lo recordaba tan bien, la verdad sea dicha. Besos :)

    ResponderEliminar
  2. Buenaas! Me quedo por tu blog!!
    Adoro a la gente que se atreve a leerlo, yo he podido con la edición abreviada y de niños pero alomejor si voy por capítulos pueda conseguirlo en unos meses ^^
    <3

    ResponderEliminar
  3. La verdad es que ya vais muy avanzadas. Hacía tiempo que no me pasaba por una entrada de estas de "Leemos el Quijote" y me ha sorprendido.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Me encanta pararme a leer estas entradas tuyas. Soy fan incondicional. A veces no te las comento porque si las leo desde la tablet se me cuelga mucho pero leer las leo todas ;) Un beso!

    ResponderEliminar
  5. Me han encantado los fragmentos elegidos esta vez
    Besos

    ResponderEliminar
  6. ¡Holaa!
    Esta vez me han gustado bastante esos fragmentos :D
    Un beso<3

    ResponderEliminar
  7. Hola Margari muy buen discurso de Don Quijote, y vaya dos a veces parecen el perro y el gato. Espero que continúes disfrutando de la historia. Gracias por la reseña.

    ResponderEliminar
  8. Quijote y sus discursos :')
    A mi es que me parece muy buen libro pero no me gusta nada, lo he intentado leer varias veces y lo acabo dejando.
    Un beso

    ResponderEliminar
  9. Pobre Sancho... qué fácil es hacerlo feliz¡¡¡
    Qué buen amigo y qué paliza se llevó¡¡
    jajajajaj... un besazo¡¡¡
    Fantástico, gracias por tu entrada¡¡¡

    ResponderEliminar
  10. ¡Hola!
    Me encanta este tipo de entradas, ¡Hay que releer clásicos!
    Me encantan tus entradas y secciones :)
    En definitiva es un blog muy muy entretenido y conseguido, sigue así :) es una inspiracion! saludos

    ResponderEliminar
  11. Esta parte de la novela la recuerdo muchísimo cuando la leí :D XD

    Un saludo y sigue con esta sección!

    ResponderEliminar
  12. A seguir así con su lectura!
    Felíz día del libro!!
    Un beso!

    ResponderEliminar
  13. jajajaja Yo voy un capítulo por detrás. ¿Así que Sancho se enfada con don Quijote?...
    Besos!

    ResponderEliminar
  14. ¡Me entusiasman los refranes de Sancho! Una vez me propuse juntarlos todos en una libreta... A lo mejor, para el próximo centenario los termino. Un besazo, Margari.

    ResponderEliminar

¡Muchísimas gracias por vuestros comentarios!