John Steinbeck
Trad: Pilar Vázquez
Tusquets, 2010
Forzados por la sequía y el acoso de los bancos, los Joad, una familia de granjeros de la Oklahoma rural y empobrecida de los años treinta, emprenden un atribulado éxodo a lo largo de la carretera 66 con la intención de buscar trabajo y una vida digna en California. Si atrás dejan campos asolados por las tormentas de polvo, en el camino sólo encuentran penuria, hambre, hostilidad en los pueblos por los que pasan... Pero ni las advertencias de quienes regresan, pobres y desengañados, ni la muerte y la progresiva desintegración de la familia, bastan para que cejen en su empeño. Y, en su afán de supervivencia, conservan la entereza y la dignidad frente a la miseria moral de quienes se aprovechan de la miseria real. Posiblemente haya que huir del infierno para descubrir que no existe la tierra prometida.
Tropecé con Las uvas de la ira en la biblioteca y no pude resistirme a la tentación. Steinbeck parecía decirme que ya era hora de que le diera una oportunidad. Y desde luego ha sido el momento adecuado porque he disfrutado con cada página de esta historia. ¿Disfrutado he dicho? Más bien debiera decir sufrido, porque no se sale indemne de una lectura como ésta. Y no se sale indemne no sólo por la historia en sí, sino porque te das cuenta de que la historia se sigue repitiendo en la actualidad. Porque poco hemos cambiado, poco hemos evolucionado. El poder sigue estando en poder de unos pocos que se aprovechan de la ignorancia de la gente. Y cuando buscas culpables de la situación que estás viviendo no los encuentras, porque siempre hay alguien por encima de esa persona. Y al final pagas con el que menos culpa tiene. Y al final las víctimas son las de siempre. Porque parece que todos somos simples títeres pero ignoramos quienes son los que manejan los hilos.
Las uvas de la ira es la historia de una familia americana, los Joad, que emigra a California en busca de mejores condiciones de vida y de trabajo. Tienen esperanzas, tienen sueños... Esperanzas y sueños que van desapareciendo a lo largo del camino, a lo largo de esa carretera número 66. Pero siguen avanzando, aunque se encuentran a gente que les avisa que no todo es tan fácil como soñaban. Pero como no dejan nada atrás, prefieren seguir avanzando, prefieren seguir manteniendo una pequeña esperanza. Aunque cada vez es más pequeña... Y a medida que avanzan, la familia, como la esperanza, va disminuyendo. Si el cansancio afecta profundamente a los más mayores, incapaces de resistir la dureza del camino, los más jóvenes optarán o se verán obligados a escoger otros caminos.
Steinbeck borda la caracterización de todos los personajes. Y sufrimos con ellos, por sus miserias, por su dolor, por su pobreza, por esos sueños rotos... Imposible no sentir pena y compasión por ellos, por culpa de esa vida que tanto les maltrata, por culpa de ser tratados como si fueran simples objetos, como si no tuvieran sentimientos. Y nos enfadamos. Porque ellos no piden mucho, sólo trabajar para poder vivir. Pero tienen que conformarse, y cuando la suerte les sonríe, con trabajar para malvivir... Porque cada vez los sueldos son más bajos, porque cada vez les llega para menos. Y en unas condiciones miserables. Es constante la denuncia de Steinbeck en esta novela. No se corta el escritor a la hora de denunciar un sistema económico cruel y totalmente injusto.
En definitiva, una lectura que no te deja indiferente, que te duele, que te enfada, que te llega. Tendré que buscar más libros de Steinbeck en la biblioteca.