En este capítulo, con los cabreros como oyentes, don Quijote hace su magnífico discurso sobre la Edad de Oro. Discurso plenamente renacentista e intelectual, que tiene como únicos oyentes a Sancho a los cabreros, un público que no entiende nada de lo que él dice, pero que le escucha en absoluto silencio. Sigue C.ervantes usando la parodia. No hay género que no deje de parodiar.
Don Quijote toma una bellota y en vez de simplemente comérsela, se la queda mirando, recordando que la bellota de oro fuera el símbolo del fruto rústico con el que se alimentaba el hombre en la Edad de Oro. En este discurso, don Quijote habla de un antes, la Edad de Oro, y un después, que es el presente, la Edad de Hierro. Esa Edad de Oro podemos situarla en la Edad Media, en la época de los caballeros andantes. Y compara este mundo con el mundo presente en el que él vive. En este discurso, don Quijote es plenamente consciente de que está viviendo en el siglo XVII, en la Edad de Hierro, y lo que él persigue es revivir esa Edad de Oro, ese mundo caballeresco. Pero, por otro lado, hay también una Edad de Oro espacial, que es el mundo de los cabreros, que se opone al mundo urbano (Edad de Hierro). Observamos, por tanto, un contraste temporal (un antes y un después) y un contraste espacial (el mundo de los cabreros y el mundo urbano). Don Quijote establece el contraste temporal y Cervantes, el espacial. Hay pues, dos edades de oro y dos edades de hierro. Don Quijote echa de menos un mundo que está delante suya.
La primera parte del discurso habla de las relaciones humanas. Luego habla de las relaciones entre el hombre y la naturaleza. La naturaleza da generosamente sus bienes al hombre y él no la violenta. Son muchos los puntos que abarca en este discurso. Trata del amor, de la complicación lingüística (poesía gongorina, por ejemplo), de la honestidad, de la moralidad...
Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro traajo que lzar la mano, y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado ruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano sin interés alguno la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas sobre rústicas estacas, sustentadas no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia.
Me encanta Sancho Panza. ¿Qué sería de Quijote sin él?
ResponderEliminarBesos.
Wow, te ha salido un análisis sesudo! Me gusta, así miro el capítulo desde otra perspectiva. 1beso!
ResponderEliminarSi que lo lleváis avanzado ya :D. Ahora me da pena no haberme apuntado, pero bueno, tampoco tenía mucho tiempo :)
ResponderEliminar¡Besos!
La verdad es que se lee solo, estoy disfrutando muchísimo con esta lectura. Besos.
ResponderEliminarEste capítulo se me quedó grabado desde que lo leí, cuando era un chaval, de eso hace ya muchísimos años.
ResponderEliminarLeyendo las entradas de este reto me dan ganas de buscar un ejemplar que me compre, no hace mucho, y volver a leerlo.
Besos
Lo bueno de este capítulo es que parece un descanso entre ajetreos y al mismo tiempo un momento para meditar bien sobre las locas y maravillosas ideas de Don Quijote ¿Verdad?
ResponderEliminarSigue disfrutando de la lectura.
Un saludo.
Hace tiempo que no actualizo la entrada del Quijote.
ResponderEliminar¡Sigue disfrutando del ingenioso hidalgo y de su fiel escudero! Aún queda camino por delante. ¡Besos!
ResponderEliminarAplausos para Don Cervantes, qué buena forma de disfrutar esta obra, que no lo hacés solo vos porque tus seguidores también lo hacemos, gracias por compartir, abrazo.
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