Jude el oscuro
Thomas Hardy
Trad: Francisco Torres Oliver
Alba, 2017
En la peripecia de Jude Fawley –en el abandono de su mujer, en su renuncia forzosa a seguir estudios universitarios, en la relación ilícita, tortuosa y vagabunda que emprende con su prima Sue-, Thomas Hardy quiso basar “una fábula trágica” con el propósito de “mostrar que, como dice Diderot, la ley civil debería ser sólo el enunciado de una ley natural”. Sin embargo, esta personal ilustración del conflicto entre la ley y el instinto fue acogida con tanta saña y escándalo por sus contemporáneos que un obispo hasta llegó a quemarla públicamente. “Tal vez el mundo –dice uno de sus personajes- no esté lo bastante iluminado para comprender una experiencia como la nuestra”, y Hardy podría muy bien haberse defendido con sus palabras. Porque Jude el oscuro (1895) fue la primera novela que se atrevió a hablar a su época, por extenso y sin tapujos, de sexo, matrimonio y religión y que quiso que fueran sus personajes quienes expusieran las inquietudes e interrogantes cuyas consecuencias sufrirían en un mundo que sólo les ofrecía, como respuesta, confusión y oscuridad.
Jude el oscuro me
ha gustado. Y es de esas novelas que incluso va ganando una vez que la has
terminado y han pasado varios días de su lectura. Porque mientras la vas
leyendo, el tono pesimista que inunda toda la novela te afecta. Probablemente
este no sea el mejor tiempo para leer esta novela.
Empezamos la novela conociendo a Jude de niño. Y ya desde
niño percibimos que es una persona con las ideas claras, que sabe lo que
quiere. Quiere estudiar, quiere saber. Su sueño es viajar a Christminster para
encontrarse de nuevo con su maestro de escuela y estudiar ahí.
Pero su sueño se verá truncado pronto. Engañado en su
juventud, contraerá matrimonio pronto. Pero será un matrimonio infeliz para los
dos. Para él, porque verá roto todos sus sueños de poder estudiar. Para ella,
porque no encontrará en el matrimonio la felicidad que espera. Así que en
cuanto tenga una oportunidad, volverá a insistir en su sueño. Pero de nuevo se
le cruzará una mujer, Sue. Una mujer que parece la perfección absoluta, bella,
inteligente… Pero hay un problema. Jude sigue casado por la Iglesia. Y además
Sue es su prima… Ante todas estas situaciones es imposible no sentir empatía
con Jude. Y ya no voy a contar más de esta historia, que ya he contado mucho.
Me ha sorprendido mucho el tono crítico constante que hay a
lo largo de la novela. Crítica a la sociedad de su época, a todas esas normas
sociales que no se pueden saltar sin ser rechazado. Sobre todo hay una aguda
crítica contra el matrimonio. Ese matrimonio impuesto, en el que no puedes
elegir libremente. Ese matrimonio que hay que mantener, aunque ambos sean
infelices. Ese matrimonio que la sociedad te obliga a respetar, si quieres
seguir formando parte de ella y no sentirte rechazado. Ese matrimonio que
parece ser la única salida para la mujer, quien encima no tiene ni la capacidad
de decidir, de elegir…
“Me parece humillante que se requiera la presencia de alguien para entregar a la novia. Según lo que dice ese librito, mi esposo me elige por su propia voluntad, pero yo no le elijo a él. Alguien me entrega a él, lo mismo que si fuera una burra o una cabra o cualquier animal doméstico.”
El único pero que
puedo ponerle a la novela es que es demasiado dramática, demasiado pesimista. Y
en el desenlace llega a su clímax total. Aquí no hay sitio para la esperanza.
No deja Hardy espacio para la alegría. Ni un descansito… Y aún así la he
disfrutado mucho y me ha gustado mucho mi primer acercamiento a este autor. Repetiré
con él.